lunes, 13 de mayo de 2013

Venenos de Deus, remédios do Diabo (Mia Couto, 2010)




- A minha mulher falou alguma coisa?
- Alguma coisa, como?
- Do passado, da família... O senhor sabe, as famílias são caixas de histórias, segredos e mentiras.  

Venenos de Deus, p.92






Una habitación oscura, donde se ve hacia afuera. En la habitación un viejo mecánico enfermo y un doctor portugués. Poco a poco la habitación se amplía, el espacio temporal y físico también. El mecánico, Bartolomeu, se vuelve de carne y hueso. Surge además Munda, la esposa de Bartolomeu, que por alguna extraña razón lo trata de manera despectiva. Habrá un secreto como bien supone el lector. Y ambos consortes desean la complicidad del doctor. El portugués, Sidónio, haciendo las veces de lupa para el lector y esperando a su amada Deolinda, hija de Bartolomeu, que no llega.

- Tenho medo de não regressar. Não regressar de ti.
Deolinda franziu o sobrolho. Empurrou o português de encontro à parede, colando-se a ele. Sidónio não mais regressaria desse abraço.


Mia Couto (1955, Beira) construye lentamente la historia de la familia Sozinho, cuya hija, Deolinda, no aparece pero precisamente es la figura que explica la constelación de personajes. O al menos, es parte del rompecabezas de una realidad que parece velada por rumores y desdibujada por mentiras. Mientras más se avanza en la lectura menos sabe uno qué puede ser real y menos le confía a los personajes. Uno está en territorio ajeno y a veces la realidad se expresa en portugués pero es sólo eso. También la lengua sirve para ocultar secretos e identidades. Y más si la verdad depende de una memoria que se reconstruye cada vez de forma diferente.
En esta novela corta, Mia Couto no sólo consigue desarrollar un secreto de familia con suspenso, sino que además se toma el tiempo para pulir ciertas frases y reflexionar sobre el lenguaje y la identidad.

- Ini knabe dziua. (eu não sei)
- Ah, o Doutor já anda a aprender a língua deles.
- Deles? Afinal, já não é a sua língua?
- Não sei, eu já nem sei...

O português confessa sentir inveja de não ter duas línguas. E poder usar uma delas para perder o passado. E outra para ludibriar o presente.


En Venenos de Deus, remédios do Diabo el autor le coquetea al lector y lo seduce haciéndole creer que en algún momento la verdad –si existe– saldrá a la luz. El autor cuenta desde la voz de Munda, desde las nostalgias de Bartolomeu e incluso desde la voz del peor enemigo de Bartolomeu, pero esta historia no termina por develarse, y tal vez no haya que hacerlo.

- As mentiras podem ser tristes, sim.
- Não sei. Eu acreditei.
- Pois precisa esquecer. Precisa esquecer tudo o que lhe contaram.
- Esquecer, porquê?
- Porque são mentiras, esta terra mente, para viver.

Con partes descriptivas sumamente poéticas y diálogos nostálgicos y reflexivos, la historia de la familia Sozinho se vuelve una lectura agradable con suspenso progresivo extremadamente recomendable –y sobre todo si se relee y disfruta en bocados pequeños.
Tal vez seja a espessura desse céu que faz os cacimbeiros sonahrem tanto. Sonhar é um modo de mentir à vida, uma vingança contra o destino que é sempre tardio e pouco.