martes, 21 de enero de 2014

Ilusiones - Richard Bach | Quitándome prejuicios

Durante la adolescencia mi padre nos torturó a mis hermanos y a mí con música de la nueva trova cubana, Óscar Chávez y... libros de autoayuda. Algunos cantantes de la nueva trova cubana me gustan ahora. A Silvio, por ejemplo,tuve la suerte de verlo en Berlín durante un festival de poesía internacional. Dio la casualidad que el señor se sentó delante de mi lugar.



Sea disculpada la anterior digresión, continúo, entre los libros que me regalaron a finales del 2013 había uno que me llamó la atención, "Ilusiones" de Richard Bach. Hacía bastante que no veía libros de él, o al menos no conscientemente. La curiosidad mató al gato y comencé a leer la historia, que narra la amistad de Donald y Richard, ambos pilotos aviadores y con una visión del mundo un tanto despreocupada. Donald es en el libro, explícitamente un mesías. Tiene un mensaje que compartir para quien quiera escucharlo. Durante la lectura pasan situaciones abstrusas, como que Donald le explica a Richard que éste puede caminar sobre el agua o nadar en la tierra. Además, Richard va leyendo durante su aprendizaje un libro para... volverse mesías el también. El lector puede ver fragmentos de ese libro iniciático. Frases muy orientadas a filosofías orientales donde el significado o aprendizaje de la frase resulta enigmático. Richard va entendiendo sus limitaciones y librándose de ellas. En una ocasión Don da una entrevista y con sus aseveraciones hace enfadar tanto a los radioescuchas que poco después, uno lo encuentra descansando cerca de su aeronave y le mete un plomazo, Richard consigue hablar con su amigo antes de que éste muera y posteriormente lo reencuentra en sueños para darle -claro, está: una enseñanza más todavía.

Terminé el libro y lo pongo aquí, reseñado. Yo, que pensaba que todos los autores de este tipo de literatura no tenían recursos ni estilo terminé tragándome mi prejuicio. Leí una historia bien contada, los personajes me parecieron coherentes en sus reacciones y posibilidades. No terminé tirando el libro a la basura y además me quedé con una frase. Una, que no la comparto. Tiré mi prejuicio*, uno menos.

Y ahora...intento recordar... ¿con qué más nos torturaba mi papá?

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* Con esto no equiparo este libro con textos literarios, simplemente intento juzgarlo correctamente dentro de su contexto.

miércoles, 15 de enero de 2014

La ruta interior | Desempolvando a Hermann Hesse

Pero luego, lo presiento, emprenderé el camino de la ruta interior y pintaré de nuevo, como lo hice cuando era joven, de memoria y fantaseando
Me llegó de regalo “La ruta interior” de Hesse, una edición en castellano de 1977. Es un libro que contiene tres oscuros relatos; en el primero el protagonista es un niño, en el segundo un hombre adulto con deseos homicidas y en el tercero se cuenta el último verano de un pintor.
La conexión entre estas tres historias, además de cómo se ve el desarrollo (infancia – madurez – senectud) está en la orfandad de sus personajes quienes son bombardeados por sus sentimientos y sus deseos.
Los relatos superficialmente son sencillos, lo que los hace pesados es el perfil psicológico que se va presentando, cada vez más al interior, más adentro. Y lo que uno encuentra por igual es bondad y mal.
En la primera historia, "Alma de niño", se trata el tema del amor y la culpa. Y uno como lector en ciertos momentos se identifica o hace un parangón con la vida propia, en algún momento esos dos sentimientos también se relacionaron en un recuerdo decisivo en nosotros: finalmente aprendemos desde niños a amar así como a sentir culpa. Pero es apenas en la edad adulta que podemos reparar en ello. Es una historia dura, pero cuidado, es muy dolorosa para aquel que tenga una infancia nebulosa.

“Hay momentos en que nuestras acciones –el ir de aquí para allá, el hacer esto o aquello– se desenvuelven de modo tan fácil y libre que nos parece como si todo pudiera ser de otro modo. En otros momentos, en cambio, todo aparece como rígido e inmutable, como si nada fuera libre o fácil y hasta nuestra respiración parece determinada por poderes extraños y por un destino fatal.”

Se termina la historia y el personaje luego de unas decenas de páginas tiene el primer asomo de madurez y termina ensombreciendo su alma de niño.

Seguimos pues con Klein y Wagner. Un hombre normal, Klein, que deja todo porque presiente maldad en su ser. Una maldad que incluso él sabe que es real pero su práctica inexistente. Klein deja a su familia porque secretamente sospecha que puede asesinarlos para al final, suicidarse él. Acaba en ese viaje de huida conociendo a una mujer, que primeramente le causa repulsión, después atracción. En el proceso de enamoramiento, él va sospechando que esa maldad que tiene puede por fin subir a la superficie y manifestarse.

“Sin duda tiene razón, pensó Klein, no soy un hombre al que se presta atención. Una mujer así no mira a un tipo como yo. Sin embargo, la brevedad y frialdad de su mirada le hirió secretamente, se sintió juzgado y desdeñado por alguien que sólo advertía lo superficial y exterior a su persona y desde las profundidades de su pasado surgieron espinas y armas para defenderse de ella”.

Klein también representa esa dualidad del hombre, de seguir siendo individuo en sociedad, y los conflictos que esto representa. Al final, Klein termina en la cama con la chica que conoció y tiene que decidir entre constatar sus sospechas o liberarse de ellas. Opta por lo segundo.

Finalmente aparece la historia de Klingsor, un pintor en sus postrimerías con gusto por el vino y las mujeres. Un hombre apasionado por su trabajo que sabe además los límites de su arte. Klingsor se va despidiendo de la vida pero de manera feliz y plena; aunque lo demás siga cuando uno se marcha, no importa; uno tiene que hacer aquello por lo cual sienta una pasión. Lo demás no interesa. Este relato cambia: es introducido por un prefacio donde ya se cuenta el fin, se trata del último verano de un pintor. No habrá sorpresas, sólo habrá una introspección al personaje. Lo que además es relevante es que este relato hace explícito el nexo con los demás, aquí se menciona la ruta interior:

“Viviré todavía todo esto, día tras día, y pintaré unos cien estudios. Pero luego, lo presiento, emprenderé el camino de la ruta interior y pintaré de nuevo, como lo hice por un tiempo, cuando era joven, de memoria y fantaseando; haré poesías y construiré castillos en el aire. También eso es necesario”.

Este discurso es acompañado a su vez por reflexiones filosóficas orientales. Klingsor en las últimas páginas se aleja un poco de la narración y sólo lo vemos exteriormente, como si el instante que nos permitiera verlo desde dentro no hubiese ocurrido.


Resumiendo: La ruta interior es un libro que necesita su tiempo, a pesar de que se podría leer en una sentada. Sospecho que es de aquellos libros que deben ser releídos para entenderlos correctamente. Para aquellos que buscan una historia fácil, no es recomendable.


domingo, 5 de enero de 2014

Der Untergeher Thomas Bernhardt

De cómo llegué a este autor

Un quejicas que se suicida, un criticón y un virtuoso que muere prematuramente. Así puedo resumir mi primer libro de Thomas Bernhanrdt. Debo sin embargo, reconocer que he llegado a este autor por un camino algo inusitado: por Centroamérica. Sí, mi querido Horacio Castellanos Moya haciendo un ejercicio literario me mostró el nombre.

Pregunté por aquí y por allá en mi círculo de amigos y efectivamente el nombre del escritor austriaco no sólo les sonaba sino que varios de mis amigos lo habían leído ya.

De cómo me fue en la lectura

Tengo que reconocer a mi pesar, que el libro me impuso un ritmo que no me gustó y me obligó un número infinito de veces a cerrarlo. Sí, avanzar en la lectura fue un camino tortuoso. A veces lo dejaba reposar muchísimos días, incluso semanas. Pero cada vez que reiniciaba ya estaba claro: tendría que terminarlo. El problema no era el contenido, en sí, sino la formación de personajes, la forma de contar: siempre desde una manera tan "absoluta" e irrefutable. Precisamente esto es lo que me fascinó del libro, esa manera tan magnífica e inmediata del autor de causar repulsión al lector sobre los personajes. El narrador parece antipático de cabo a rabo y los otros dos personajes tampoco se vuelven entrañables.

De qué va el libro pues...

Un virtuoso pianista muere inesperadamente, uno de sus amigos también músico se suicida y el narrador - el tercer amigo - nos cuenta una y otra y otra vez las relaciones entre estos dos y lo inevitable de su destino.
Una vez, dos veces, tres veces. Los detalles se repiten pero este círculo de información más bien se va volviendo una espiral, cuya trayectoria nos permite ver las relaciones de egoísmo, egocentrismo, superioridad y deseo de ver fracasar al otro. Sí, pasiones muy humanas y trágicas. A quién no le ha pasado por el camino - o el destino - un Glenn Goud y qué alivio que no se haya quedado en el camino...

Entonces...

El libro así de buenas a primeras es extensamente recomendable para aquellos que les guste echarse un round con el narrador - y no morir en el intento. También es bueno para cultivar la paciencia y aprender a controlar la ira y los ataques furtivos de romperle las páginas a un libro, porque el libro, pobre, no tiene la culpa de esa historia repelente.

Pero si no es así: si usted sufre de suceptibilidad, es mejor dejarlo cuanto antes y condenar al olvido al autor, suplir su libro por una novelilla rosada y seguir pensando que las historias felices donde los personajes no tienen aristas son la regla sin excepción. He dicho.

Cambio de vías (1999) | Mónica Lavín




A finales de diciembre 2013 me topé tres veces con libros que me dejaron mucho para reflexionar y que no se encontraban entre la lista de mis favoritos. Hay veces en las que uno se topa con libros que tal vez estilísticamente no sean muy celebrados o bien, no representen una obra fuerte del autor. Sin embargo, justamente que estos libros "nos encuentren" y nos digan algo directamente es más especial que si lo hiciera una obra mayor.

Con Mónica Lavín debo decir, no obstante, que me gusta su escritura, lo que conozco de ella me ha atrapado y me ha convencido. Su libro "Cambio de vías" no es precisamente nuevo ni yo lo clasificaría como una obra muy importante en su producción. Más bien lo veo como un acto de complicidad con el lector, como si Lavín se abriese un poco y nos contara de sí misma o de alguna persona relevante en su entorno y a la vez intentara difuminar ese nexo entre su personaje y ella.

Supongo -y espero que sea cierto- que muchos detalles del libro son sacados tal cual de experiencia personal, que muchas situaciones, muchos detalles no son ficticios sino más bien, son deformados para volverlos narrables y coherentes con los personajes que se están creando.

Al inicio de la novela pareciera que se cuentan dos historias cuyas protagonistas son mujeres y ya. No hay nexo alguno más. Conforme avanza la historia entendemos que estas dos mujeres se fueron amoldando a la vida y quedaron sin querer atrapadas en la rutina. Un evento tangencial será el disparador para que estas mujeres decidan intentar un último cambio de planes o al menos: peleen por un tiempo fuera.

Dos mujeres normales y a la vez especiales; una acomodada, la otra no tanto. Lo que las une es su loable idealismo de la juventud. Dos momentos distintos, dos reacciones posibles. Nada de historias complicadas. Nada de secretos. Sólo la vida, momentos que dejaron de vivirse, situaciones que permiten a una de sus personajes reencontrarse con el pasado para pedirle cuentas por el olvido, por el silencio. Es decir, toda la libertad que da hacer un viaje: puede pasar de todo, o puede pasar nada, según nos atrevamos a abrir las puertas, a ver oportunidades, a cambiar.

Rincones europeos que he visitado y que han hecho por eso mi lectura mucho más agradable. Perlas poéticas escondidas en las páginas, escasas ciertamente pero valiosas.

Si es bueno o malo el libro no lo puedo juzgar ni recomendar  o dejar de hacerlo. Sólo puedo decir que varias de sus páginas estaban allí, esperándome para cerrar cicatrices propias: privadas.