miércoles, 26 de febrero de 2014

Stefan Zweig | El placer de leer buena prosa

Stefan Zweig

No hay nada más espantoso que estar rodeada de seres humanos.


Ya había tenido la ocasión de leer al austriaco Stefan Zweig. Por alguna razón se me perdió de vista. Ahora vuelve a mí un librito con tres historias suyas excelentemente bien contadas: Carta a una desconocida, Leporella, El refugiado. De esas, que uno devora sin pausa y se arrepiente de la bestialidad cometida: uno engulle el librito en un par de horas... Y de repente se da cuenta que se acaban las páginas y uno se queda con ganas de más...

Carta de una desconocida
Ya el título resume bastante el contenido de la novela corta. Un escritor recibe una carta de una mujer que por desgracia termina para él siendo una desconocida. En la carta se descubre una mujer que confiesa su amor desde niña pero ella misma no puede entender la naturaleza de sus sentimientos por el autor. Posteriormente, cuando se vuelve mujer y ese amor obsesivo la lleva a buscar al escritor, él por fin la percibe. Pero vuelve a desaparecer de su vida. Unos años más tarde, volverán a encontrarse; él –sin reconocerla– volverá a sentirse atraído por la belleza de ella. Después de ese contacto no coincidirán más.
¿Por qué esta mujer le escribe? Esto lo descubre el lector en las primeras líneas.
Es una novela con un ritmo ágil, un romanticismo cuidado y creíble que no llega a empalagar porque la mujer madura comenta sus sentimientos a posteriori.
Lo tragicómico del asunto es que el escritor es el que menos sabe. Por más que intenta reconstruir hechos, no consigue saber quién es esa mujer. Bellísima novela, muy recomendable.

Leporella
Un gusto por el detalle. Una historia que parece ir a un lugar conocido y sin embargo se transforma; cambia de escenario y abandona el lugar donde nos parecería idóneo situarla para irse a una metrópoli. Leporella es un personaje que incluso al narrador le cuesta presentar con cariño. A pesar de ser la protagonista, uno como lector siente cierta distancia. Esto es difícil de expresar, pero entre más distancia, más queremos saber qué pasa por la cabeza de este peculiar personaje que a su coprotagonista termina por aterrorizarlo sin hacerle absolutamente nada.
La historia se va por vericuetos un tanto insospechados para acabar como una historia perdida en la ciudad. Lo más rescatable de este texto es la forma en que el autor va describiendo su personaje principal (seguro que cada uno de nosotros hemos conocido una Leporella pero pocos seríamos capaces de recordar cuándo y cómo era la persona) y cómo narra esa vida aparentemente anodina y determinada. Sí, ahora que lo pienso, Leporella es un texto que va contra el determinismo. Ella no debió haber muerto como lo hizo, sino que debió haber disfrutado su dinero ahorrado en una casa pobre y nutriéndose de quejas y chismes cotidianos.
Leporella, Leporella. Una historia rescatada.

El refugiado
Una historia que de principio a fin sabemos que va a acabar de forma triste, pero a la mitad del camino se nos despierta una venita de esperanza, donde uno se autoengaña pensando que tal vez el autor nos haga trampa y termine por contarnos un final feliz.
Estamos frente a una historia fría sobre los daños colaterales de la guerra; donde es inevitable preguntarse: ¿se gana algo con una guerra por muy justificada que esta sea?
Una situación que pareciera absurda no lo es: un hombre que es el objeto resultante de decisiones políticas, de peleas, de fronteras entre países. “El refugiado” narra la historia de un hombre al que le han despojado de todo: familia, país, libertad. Un relato cortísimo que da mucho que pensar.

Como siempre, termino nuevamente como fan de un austríaco. Así sea.