viernes, 30 de diciembre de 2016

Los amores equivocados (2015) | Cristina Peri Rossi


Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941)


“Las mujeres suelen ser excelentes maridos“ (La Venus de Willendorf)
 
(c) Elisa Cabot
Cristina Peri Rossi no necesita presentación. Escritora, traductora, activista uruguaya que reside desde 1972 en Barcelona. Para Seymour Menton es una de las cuentistas uruguayas más importantes actualmente. Ha sido traducida a más de veinte lenguas. Del 73 al 85 sufrió censura por parte de la dictadura uruguaya.

Fue la primera autora en recibir el premio de lìrica de la Fundación Loewe por el libro Playstation (2009). Cuenta con más de diecisiete libros: novelas, relatos, poemarios. E incluso tiene un título donde trata su relación con el escritor argentino Julio Cortázar (Julio Cortázar y Cris).

 



Los amores equivocados


Tal vez nos suena el título por “Los amores difíciles” de Calvino, podría ser. En esta colección de once cuentos, casi casi uno por año, la escritora nos ofrece historias inmediatas con personajes simples: un camionero, un hombre cuya madre fue prostituta, una profesora universitaria, una traductora, un psicólogo. Todos van unidos por ese flechazo y esa fuerza fatal que tiene la atracción o bien, la pasión. Menos el último cuento que pareciera ser el más ajeno a la colección.

     El libro es de lectura fácil y ávida. Atrapa al lector y hasta en ciertos casos despierta un voyeurismo que le hace difícil soltar el libro. Esta colección es muy recomendable para alguien que se alejó del cuento y de un tiempo acá quiere algo inmediato, bueno y que se quede en la memoria: estas son 11 historias que atrapan y a veces dejan ese sabor álgido al terminar de leerlas. Estos cuentos "simples" fueron escritos por una escritora que está muy cómoda en el género y lo conoce. Ya no le interesa descubrir secretos o dejar las últimas páginas para develar toda una situación sino que, y esto es lo que más se agradece en la lectura, empieza justo donde uno creería ya el nudo, el conflicto, y donde uno sospecha que los caminos en la escritura disminuyen peligrosamente. Justo esos inicios escoge.
     Estamos ante una colección donde la ligereza, el ritmo, la acción son una constante y nos dejan avanzar en las historias, adentrarnos en los personajes. Entre los cuentos no faltan las frases sarcásticas e irónicas donde el narrador o bien, los personajes se ríen de su propia condición y esto se disfruta en la lectura (si uno tiene sentido del humor, claro está). Ese tono desenfadado donde se pueden abordar buenos temas sin tirarse al drama es una constante.

     Paralelamente y como se esperaba ya de la autora, de estos personajes nos llegan por supuesto abiertos comentarios feministas y personajes homosexuales donde ya se quedó completamente atrás esa fase de búsqueda y se los presenta libres de cualquier cuestionamiento de identidad o pesadez social. En este sentido y para aquellos que anden en la onda de estudios de género, el libro es muy recomendable.
     Vamos pues con los tentempiés para hacer esta reseña brevísima:

     En Ironside toma como protagonista a un camionero que se ve (casi) obligado a salvar a una niña obstinada en llegar a un prostíbulo, el Ironside para trabajar ahí. La chica, decidida a ir por ese camino no se deja persuadir por el camionero y acaba por pedirle su ayuda para que le enseñe a hacer el amor.

–¿Y qué piensas hacer en el Ironside? –preguntó, albergando alguna esperanza. Quizás le habían ofrecido un trabajo como chica de la limpieza, o parra descargar cajas de cerveza, o para limpiar los baños.

–De puta –dijo la chica, con firmeza.
     En Los amores equivocados, cuento que le da nombre a la colección, tenemos a una chica observada por su pareja, un español conformista que piensa que todos estos años lleva la sartén por el mango y ha terminado con una latina idealista, superromántica. Él arrastra culpa por haberle fingido amor a esta chica, por cambiarle la vida y no le queda más remedio que casarse con ella y seguir con ese pago eterno que le viene otorgado por la culpa. Y esa culpa lo lleva a escribir una novela donde por fin cuenta cómo se siente. No sabe que él no es el fin en el camino de la chica, sino un medio.
La novela era la historia de una chica de diecinueve años que es desvirgada por un hombre de treinta al que ama, el hombre parte de la ciudad, ella lo ahce dos meses después y lo encuentra, por azar, en otra ciudad, allende el amor. La historia de un amor absoluto, sin fisuras, que había superado todas las dificultades, hasta la del sacrificio –el hombre se había enamorado de una francesa pero no la había seguido a París–.

     En El encuentro tenemos para mi gusto, el cuento más especial de la colección. Digamos que se parte de la premisa: qué tal si aquel amor perfecto que se tiene en la cabeza realmente existe y qué pasaría si está ahí afuera a un par de calles de donde uno vive.
–Tuve un encuentro –balbuceó.

[…]

–¿A quién? –pregunté, sobresaltado.

–A la mujer con la que había soñado toda mi vida –respondió, completamente turbado. Volvió a sentarse en el borde de la silla. […] –Salí huyendo para el lado contrario. Corrí, corrí hasta llegar a tu puerta. En la huida, perdí la corbata, un zapato, las gafas saltaron y casi me atropella un auto.

–¿Tan hermosa es?

[…] Me picó la curiosidad.

–¿Dónde está ahora? –dije.

      En Todo iba bien vemos una pareja de amantes donde ella es la abierta, la que quiere hacer el amor de una forma extremadamente pasional y él parece una cebolla donde poco a poco se va quitando capas y deja ver quién es. El final me lo quedo, pero duele, aviso.

Todo iba bien, hasta que ella, en medio del ardor impetuoso de la refriega amorosa, le suplicó que la llamara puta. “Dime puta, puta, puta, por favor”, reclamó. Él, que estaba a punto de penetrarla, súbitamente se detuvo.

      En De noche, cambiamos un poco el ritmo y frenamos la acción aparentamente. Somos testigos del surgimiento de una historia casual de amor entre una traductora de 38 años y una jovenzuela. Por supuesto, todo empieza una noche de lluvia, la traductora sale de su trabajo. En el camino recoge a una chica que al principio constata los prejucios que esta tiene sobre los jóvenes pero luego, paulatinamente se da cuenta que no es tan lejana a ella como piensa:

–¿Sabes que soy medio poeta?

No era raro, todos los jóvenes se creían brillantes cantautores o poetas geniales. Ahora bien, escribían con faltas de ortografía, tenían Facebook y un blog para escribir tonterías. […] Lo que le faltaba: había recogido a una adolescente toda mojada, a punto de pillar un resfriado y posiblemente embarazada. Su madre tenía razón. No se puede ser generosa en esta vida. Ni en la otra.



      En Ne me quitte pas volvemos a la historia de amor puro, esta vez los protagonistas son un psicólogo y un joven guapo. El psicólogo progresivamente se ve afectado por el peso de esa pasión y todo a través de una proyección que él nos permite ver con uno de sus pacientes. Para aquellos que no recuerden la canción, pongo el vídeo al final de la cita.

¿Cómo se puede estar enamorado de alguien a quien no se consigue recordar?

[…]

Igor Caruso había observado también que quien abandona a la persona a la que ama se siente muchas veces abandonado. Quizás abandona porque alguna vez tuvo temor de que lo abandonaran, o porque presiente que va a ser abandonado, o porque se cansó de temer.


     Un maldito pelo nos recuerda ya situaciones que ha recreado la autora, esta vez de una forma lúdica: un vello púbico es el culpable de que un hombre se esté asfixiando al realizar sexo oral a su amante.

     La escala Lota me gustó por la mención que se hace a Carlota de Macedo Soares, la arquitecta brasileña que vive una relación tormentosa con la poeta estadounidense Elizabeth Bishop (relación que a su vez fue llevada a la pantalla grande con el título “Flores raras”, 2013). En el cuento vemos como una mujer adulta lleva a la cama a una estudiante, durante todo el cuento ella es quien controla la situación y nos inunda con datos, nombres, citas. Esa amante joven sin embargo, está tan fascinada por la profesora que da un giro posterior a la relación sexual. Lo que buscaba la profesora era meramente sexo pero las cosas han cambiado de una forma que no se lo esperaba.

–Nunca en mi vida había sentido lo que sentí hoy contigo –dijo –. No me dejarás ahora, ¿no?

¿La había embarazado o qué? ¿Qué extraño compromiso había contraído?

     Confesiones de escritores es un cuento sarcástico donde la autora se burla del mundo editorial y esa parafernalia que tiene que llevar la literatura si se quiere venderla. En el cuento una editora sufre un poco al ver cómo uno de sus autores se mete en aprietos en una entrevista.
Los escritores –lo había comprobado a lo largo de veinte años de trabajo– eran una clase rara de personas que no solían mentir salvo cuando estaban bebidos; de ahí la enorme afición a la bebida que tenían. Las escritoras, igual.
     En La Venus de Willendorf vemos una pareja de mujeres donde una de ellas, que anteriormente tenía marido siente culpa por haberse acostado ahora con una mujer, a pesar de que ya no está con el marido siente que lo ha traicionado. La amante, sin entender el conflicto de la ex heterosexual no sabe muy bien si la otra le está tomando el pelo. O si finge y en ese jugar el papel de inocente, está pidiendo algo más como... dejar salir incluso sus fantasías sexuales más secretas.
 –Y tú, querida mía, ¿podrías dejar de sentirte culpable porque hemos hecho el amor de manera tierna, apasionada desaforada voluptuosa, y maravillosa? Hace más de cinco años que te divorciaste y él está con otra.

–Yo también estoy con otra.

–Bien –dije –. No veo que tú se lo reproches.
     Con Un cuento de Navidad termina la colección de cuentos. En este cuento uno se pregunta qué tan autobiográfico es lo que leemos. Tal vez para eso no hay respuesta. Dos hermanas discuten por la salud de la madre. Una se ha quedado en Uruguay, la otra vive en España y a ojos de la familia se ha desentendido de la madre y de ellos. En este cuento vemos una relación de hermanas muy desgastada, donde a las dos las une el miedo a la incertidumbre.

Atrévete (2014) | Sara Sefchovich

Sara Sefchovich (1949, Ciudad de México)


Atrévete (2014), ed. Aguilar
Sara Sefchovich Wasongarz es escritora, socióloga, catedrática, comentarista, investigadora, autora de catorce libros. Realizó su doctorado en Historia en la UNAM. Ha colaborado para periódicos como El Universal, La Jornada y Reforma. Ha sido galardonada con el Premio Agustín Yañez y merecedora de la beca Guggenheim.

En Atrévete ofrece una invitación para combatir la violencia en México:

Si eres un ciudadano preocupado por lo que está suciediendo en tu país, tienes que leer este libro.
Si eres activista, intelectual, político, tienes que leer este libro.
Si eres madre de familia, este libro es para ti.
Este libro es para todos, porque aquí encntrarán una propuesta contra la violencia, en la que todos estamos incluidos y todos somos responsables.

 

Berlín, Breitschadtplatz


El 19 de diciembre de 2016 finalmente y después de varios intentos fallidos tiene lugar un ataque terrorista en Berlín en un mercadillo navideño. Vivo a escasos dos kilómetros del lugar. El facebook organiza poco después un servicio para que sus usuarios avisen si se encuentran fuera de peligro. Los rumores suceden uno tras otro. La duda, la incredulidad, cómo pudo pasar esto y por qué no se pudo evitar. 
En los días siguientes los padres tienen que preguntarse si envían o no a la escuela a sus hijos (dejo aquí un artículo donde se dan consejos a los padres para tratar el tema con los niños). Los comentarios que abogan por una reacción mesurada inundan el internet y las noticias sobre las víctimas y la persecución se actualizan en tiempo real.
Los amigos comentan sin sorpresa que Berlín haya sido atacada, “se esperaba” se escucha en varias conversaciones en la calle.
A pesar de ciertos comentarios xenóbofos y retrógrados, que hay aquí y en China, la mayoría enfrenta y siente como propio el atentado. No quiere mostrar miedo. Algunos amigos van al lugar, pasan un tiempo en la plaza, dejan una veladora. Algunos sólo paran, dedican un minuto de silencio y siguen al trabajo o reanudan su rutina. La gente aquí no quiere tener miedo.
Y con este atentado recuerdo esta propuesta hereje para combatir la violencia en México.

Atrévete (2014)

La violencia está tan impregnada en la conducta social, que en los años cincuenta, cuando le avisaban a alguien de la muerte de un conocido, su primera reacción era preguntar ¿y quién lo mató? (Atrévete, p. 79: Carlos Martínez Assad, entrevista, 28 de julio de 2004.)

Con el subtítulo “Propuesta hereje contra la violencia en México” apareció hace dos años el libro de la socióloga Sara Sefchovich que quiero hoy recomendar. Diría reseñar pero esa no es mi intención. Mi intención es sembrar una semilla y plantear que esta propuesta hereje es plausible. El 26 de junio de 2015 la autora presentó su libro en la Casa de las Humanidades en Ciudad de México, tuve la oportunidad de verla defender sus ideas. Quien la haya visto en acción, sabrá que es una mujer directa y puntual, que deja los sentimentalismos de lado y no tiene pelos en la lengua para encarar a su interlocutor cuando le hacen una pregunta sin pies ni cabeza o sin lógica posible.
En Atrévete se hace un llamado a la sociedad a ser responsable del ámbito donde se mueve. Si bien, el actual problema de inseguridad y violencia que sufre el país no sólo este sexenio (por desgracia tenemos que contar ya el tiempo en sexenios) tiene que ser combatido por el Estado, esto es indiscutible. Lo que se puede discutir y se tiene que mejorar es el cómo se está enfrentando ese problema, si la vía (militar) es la correcta. Pero también hay que aceptar el hecho de que al Estado no le im1portan sus ciudadanos:

Tres organizaciones no gubernamentales hicieron cuentas, según las cuales los 35 mil millones de pesos que se pagaron de forma irregular a líderes sindicales, comisionados y aviadores, hubieran permitido incorporar a seis millones de estudiantes al programa de becas, o rehabilitar casi 36 mil escuelas, o afiliar a más de 17 millones de familias al Seguro Popular, o multiplicar por siete el Programa de Apoyo Alimentario, o capacitar 400 000 policías o duplicar el presupuesto de la PGR.
Pero no, eso no sucede.
Y es que en México, los ciudadanos no tenemos ninguna importancia para los políticos, funcionarios, autoridades, jueces, patrones y burócratas de cualquier tipo y nivel. (Atrévete, p. 61)

Y así como hay desinterés por parte de los gobernantes, los ciudadanos a su vez no confían en políticos ni instituciones. En ese contexto, ¿qué puede hacer la población? Porque es evidente que no podemos esperar a que sea el Estado quien resuelva un problema que no va a desaparecer por sí mismo. Esta es la pregunta clave, qué podemos hacer, sobre todo en un país que no se ha dado cuenta que desde hace años está en guerra.

La única realidad es que el aumento en el número de delitos es impresionante, tan sólo el de homicidios es “de una magnitud que no tiene precedentes y es incluso dos veces más rápido que el experimentado por Colombia durante la guerra contra Pablo Escobar”, y de acuerdo con una ONG, entre 2006 y 2012 la cifra de muertos en México fue cercana a la que hubo en los Balcanes y en Irak, que estaban en guerra” [...]
En total, 21 millones 603 mil 990 mexicanos de 18 y más fueron víctimas de la delincuencia el año pasado. Eso implica 29.6% de la población adulta. Prácticamente tres de cada diez mexicanos adultos fueron víctimas de la delincuencia en 2012.
[...] Tenemos, en promedio, que en este país se cometen 52 delitos por hora. (Atrévete p. 15)

Por la velocidad a la que avanza la violencia es obligatorio pues hacerse esta pregunta: ¿Qué puede hacer uno entonces como persona para no ser parte del problema? ¿Es posible hacer algo? Las veces que regreso a México lo primero que me salta a la vista es el surgimiento de nuevos ídolos, nuevos valores en la sociedad. La radio en el norte transmite un sinfín de narcocorridos donde se predica una vida de placeres, riqueza y lujo; y esta vida ya se presenta como una realidad rápida y asequible para muchas nuevas generaciones. Es palpable. El único pero del asunto es que tal vez uno no llegue a viejo si sigue por ese camino, pero al menos vive feliz y rico. Los periódicos y noticieros amarillistas hacen otro tanto por presumir e idolatrar este camino. Y tampoco hay que olvidar la pequeña pero constante presión de la rutina, del día a día: El vecino que no tenía nada y ahora aparca cuatro coches fuera de su casa. O el que “lo caen” en el problema y es partícipe involuntario sólo porque vive en el lugar incorrecto.

No vale la pena estudiar para acabar vendiendo tacos en la calle, vale más la pena ser el que más mata, el que más chinga, el más cabrón (citado en Atrévete, p. 56: Humberto Padgett, “Los muchachos perdidos”, El País, 28 de junio de 2012).

Y en efecto, cuando Juan Pablo Becerra Acosta le preguntó a un muchacho michoacano: “¿Por qué se metió a vivir la vertiginosa vida delincuencial?”, la respuesta que recibió no dejaba lugar a dudas: “Porque me pagaban mil 800 pesos a la semana. Nomás por hacer eso. Así de fácil”. Concluye el periodista: 7 mil 800 pesos mensuales para comprar ropa, joyitas y pasear con sus morras en Apatzingán. ¿Quién le ofrece eso legalmente? (Atrévete, p.56: Juan Pablo Becerra Acosta, “Niños y niñas de la Guerra michoacana”, Milenio Diario, 17 de febrero de 2014)

Madres de Plaza de Mayo

Las Madres de Plaza de Mayo es un grupo argentino formado inicialmente con el fin de recuperar con vida a los detenidos desaparecidos durante la dicturadura de Rafael Videla para posteriormente continuar con el enjuiciamento de los responsables.
 https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=354536
El 30 de abril de 1977 un grupo de catorce madres se reunió en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada –sede de la Presidencia, deseaban que Jorge Rafael Videla las recibiera y les rindiera cuentas por sus hijos desaparecidos. Efectuaron para ello una manifestación pública pacífica. Las madres empezaron a caminar en círculos a paso lento, de dos en dos para evitar que disolvieran su manifestación. A la siguiente semana se sumaron a esa manifestación más madres. Posteriormente cambiaron sus reuniones al jueves y para reconocerse se pusieron un pañuelo blanco en la cabeza. En diciembre del mismo año, desaparecieron doce personas pertenecientes al grupo. Pero el grupo alcanzó su cometido, fueron escuchadas. Su movimiento fue apoyado por instituciones de mayor peso y el grupo se ganó la simpatía social. Un movimiento que parecía condenado al fracaso movió montañas. Y sirve hoy en día como ejemplo e inspiración para movimientos semejantes. Este movimiento es la base de la propuesta hereje.

La madre y la propuesta hereje

No sólo lo ha señalado Octavio Paz o Aniceto Aramoni, un sinfín de intelectuales ha recalcado la importancia de la madre en la sociedad mexicana. Sara Sefchovich parte de este gran peso social para proponer lo siguiente: utilizar su figura como un ente que permita combatir la violencia.

Lo que ellas [las madres de Plaza de Mayo] han hecho parece muy simple pero no lo es: consiste en asumir su maternidad como algo que “dura toda la vida”, y que por lo tanto, implica una responsabilidad permanente respecto al vástago.
[...]
Si las madres de las víctimas se pudieron organizar para buscar a sus hijos, aunque esa tarea sea tan difícil que casi roza en lo imposible, tan peligrosa que casi parece demencial y si aprendieron a luchar porque como ellas mismas han dicho “antes no sabían hacerlo”, también las madres de los victimarios pueden hacerlo, pueden aprender qué hacer para detenerlos, para parar esta orgía de sangre y sufrimiento, así parezca también imposible. (Atrévete, pp. 97)

Entendamos en esta propuesta que la figura de la madre bien se puede encontrar en la madre (biológica) pero también puede entenderse de una manera simbólica: es la abuela, la hermana, el hermano, los tíos, los amigos que crían, que educan y que juegan ese rol de formar (moralmente) al menor. Es decir: la propuesta va dirigida al tío que es el ejemplo de la casa, va a la madre, va al hermano mayor: qué ejemplo están dando, cómo se están comportando. Y ese papel no termina nunca, bajo esta manera de ver las cosas, bajo esta propuesta decir cosas como “ése no es mi hijo” no funcionan. Ese es el hijo que se formó bajo nuestra cautela y es nuestra obligación reaccionar por un comportamiento que no nos parezca adecuado. Parte de la educación que damos consiste en no solapar un comportamiento violento.

Ahora bien: ¿por qué si nos negamos a atribuirle a la madre toda la responsabilidad de la situación, aceptamos convertirla en responsable de resolverla?
La respuesta es la siguiente: evidentemente ella no es la única que podrá resolverla, pero sí puede desempeñar un papel importante en esto por dos razones: por el poder emocioal que tiene sobre el hijo y que la convierte, por lo tanto, en fuente de autoridad emocional, y porque la maternidad funciona bien para “distender" la tensión en las situaciones grupales, sean sociales o familiares: (las madres) son las mediadoras, las “arreglapleitos”, los paños de lágrimas. (Atrévete, p.107)

La propuesta

En concreto lo primero es aceptar que tenemos una responsabilidad. Lo segundo es admitir que debemos contribuir a solucionar el problema y lo tercero es hacerlo. En palabras de la autora:

En México parecería que hay delincuencia pero no delincuentes. [...]
Entonces, el primer paso para la propuesta que aquí se hace, necesariamente consiste en romper esa lógica y reconocer y aceptar que el hijo es delincuente. Esto duele, es difícil, pero hay que hacerlo. [...] Lo saben porque lo ven nervioso, ven que anda con ciertas compañías. [...] ¿Nunca se preguntó alguna de esas buenas señoras cómo ese muchacho suyo, que creció en casa pobre, tenía recursos para todo eso? [...] Tiene que hacerle saber que está al tanto de la situación y que la desaprueba, debe dejar muy claro que si bien aprecia los bienes materiales obtenidos, no encuentra justificación a la brutalidad y crueldad contra las personas. Algunas ya lo han hecho, como la que le dijo a su hijo secuestrador en Navidad: “Ya deja ir a ese señor, su familia lo ha de estar esperando”.
[...]
La madre puede hacerlo precisamente porque su “mandato” cultural incluye la compasión y la ternura [...]
Debe insistirle que el otro, ése al que lastima o mata, es también un ser humano (y esto lo entiende ella “porque ha visto y escuchado a las madres de las víctimas”), y que no puede tratarlo con esa saña porque él mismo también tiene esposa, novia, madre, hijos, hermanos, y no le gustaría que los trataran de ese modo. [...] Tampoco debe dejarle duda de que, además, le preocupa que ella y los demás miembros de su familia son cómplices. Lo son por su silencio, por su voltear al otro lado, por pretender que no saben, por su aceptación de la situación. (Atrévete, pp. 114)

Tal vez, sólo tal vez

... no sea tan disparatada la idea y entre granito y granito de arena va mejorando la cosa. Recuerdo que hace poco me topé con esta noticia, donde la figura de la madre es clave para que se resuelva un asunto de secuestro. Los habitantes de un poblado, hartos de la violencia y conociendo al secuestrador, capturan a la madre y hacen un intercambio de personas: la madre del secuestrador por el secuestrado. Además de ello, la madre del secuestrador hace un llamado al hijo para que suelte al secuestrado. El artículo puede consultarse aquí.



Hasta hoy no has intervenido tú, madre y esposa, abuela y hermana, novia y amiga de un hombre violento.
Hasta hoy no has intervenido, porque no te consideras responsable de lo que hace tu hijo, tu esposo, tu novio, tu hermano.
Pero tú también tienen las manos manchadas de sangre. No eres inocente, eres cómplice. (Atrévete, pp. 165)

domingo, 16 de octubre de 2016

La condesa sangrienta (1971) | Alejandra Pizarnik


La condesa sangrienta (1971) | Alejandra Pizarnik

“Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas.“

Esta  es una breve reseña sobre “La condesa sangrienta” (Zorro rojo), un libro que me encantó en cuanto a su manufactura. Al retrato de la condesa lo acompañan ilustraciones de Santiago Caruso. Y a pesar de que es brevísimo, es una lectura ampliamente recomendable, no porque el tema sea oscuro, sino por la calidad no sólo de las ilustraciones sino de la escritura: cuidada, milimétrica. Este es un libro basado en un personaje de la realeza húngara, Erzsébet Báthory. Esta vez no resumo sino presento tres retratos: el de su autora, el de su personaje y el de su ilustrador.

Alejandra Pizarnik (1936-1972)

“Pero no murió por ello, al contrario, sino porque sus secuestradores –tal vez exhaustos de violarla– la apuñalaron.”

Alejandra Pizarnik, poeta nacida en Avellaneda de origen europeo, sus padres eran inmigrantes judíos. Estudió en la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Filosofía y Letras pero no concluyó sus estudios. Desde su juventud escribió poesía influenciada por poetas franceses. Publicó su primer libro con 19 años. En 1960 se fue a vivir a París, donde conoció a Cortázar y Paz. En 1969 recibió la beca Guggenheim y en 1971 la Fullbright. Es en ese año cuando escribe “La Condesa sangrienta”. Un año después, se suicidó tomando barbitúricos.
Estamos pues ante una poeta que antes de cometer suicidio, hace el retrato de una asesina mítica, la condesa Ersébet Báthory.


Erzsébet Báthory (1560-1614)

“Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo. Pero, ¿quién es la Muerte? Es la dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque ¿cómo ha de morir la Muerte?”

Noble húngara que ha pasado a la historia por haber llevado a la muerte a más de 650 jóvenes. Según se encuentra en su biografía es muy posible que esta mujer haya sufrido de epilepsia en su infancia. Para su época fue muy educada, dominaba varios idiomas y era letrada. Se casó con el conde Ferenc Nadasdy, quien pocas veces estuvo con ella dado que tenía que salir a la guerra y defender sus propiedades. Diez años después de casados, tuvieron tres hijos. La condesa enviudó a los 44 años al morir su esposo de una enfermedad contraida luego de una batalla. Supuestamente es en este momento cuando la condesa comienza sus crímenes. Al mismo tiempo se corren rumores de que practica brujería para la cual emplea sangre de mujeres jóvenes. Un noble investiga el caso, va al castillo y encuentra cuerpos. La condesa es obligada a testificar pero se rehusa. En el juicio, los sirvientes de la condesa así como ella son encontrados culpables de los asesinatos de mujeres nobles. Ersébet fue encerrada en su castillo. Murió a los 54 años. Fue sepultada en su pueblo de origen. Y en la región se prohibió hablar de ella. En el archivo nacional de Hungría se conserva una amplia documentación sobre la condesa. En sus diarios aparece información sobre el trato que daba a las chicas.

Como se ve, no es un personaje fácil. Así que como uno lo espera, no faltan apariciones en la literatura, ni en el cine, ni en el teatro que han querido profundizar en este personaje. Mito o no, es una figura que emana ese morbo atrayente. Un morbo que bien esconde el retrato de Alejandra Pizarnik y que nos causa igual atracción como repulsión leer. Si algo disfruté del libro, fue el ritmo y el tono tan bien escogido con el que se dejan caer los eventos sangrientos; ese tono técnico que nos explica cómo funcionan las máquinas de tortura. Y que cuando menos lo esperamos, de la nada, nos sorprende con una reflexión, una idea, una estocada literaria.

Santiago Caruso (1982)

“Un color invariable rige al melancólico:su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar al prisionero pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si, además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro”

Ilustrador argentino, colaborador de la revista Caras y Caretas. Es el encargado de reinterpretar el retrato de Pizarnik. Aquí incluyo solamente una de sus ilustraciones de “La condesa sangrienta” donde se aprecia el detalle y la expresividad de las escenas pero más de su trabajo puede conocerse aquí.
 

 

 

viernes, 14 de octubre de 2016

El turno del escriba (2005)| Graciela Montes y Ema Wolf


“Y si la palabra no vibraba al contar, si no vibraba ni siquiera un poco, si la convicción se debilitaba, si el narrar mantenía la apariencia pero no la consistencia, aunque la cabeza del que contaba estuviese llena de cosas maravillosas como un cofre turco, el interés del que escuchaba, y con él la sorpresa, se escurría.”

Con un título muy prometedor empieza la novela ganadora del Premio Alfaguara 2005. Descubro además que una de las autoras es precisamente una que me encanta leerle a mis sobrinos, Graciela Montes, que además tiene ensayos interesantísimos sobre la literatura infantil.

Así que tomo el libro, las primeras páginas me dejan percibir un estilo cuidado, esmerado. Todo apunta a que habrá una inmensa reconstrucción histórica. Me reacomodo en el sofá y continúo. Todo sigue igual varias páginas después. El ritmo sigue imponiéndose al lector, mucha descripción, frases que están ahí para ser releídas y disfrutadas. ¿Está pasando algo realmente en el libro?

 

Leer y ópera

“La ciudad es un gran anfiteatro desde el que es posible presenciar la escena final de un drama.”

Pronto, en realidad no muy pronto, me doy cuenta de que este libro es como la ópera. Hay que llegar con el resumen de la trama leído y no esperar que sea el espectáculo quien nos informe de qué va ni quién es quién. Así es este libro y no cuenta más que lo que hay en su título: el turno del escriba. Daba lo mismo que fuera un escriba de otro viajero, de otro siglo. Se trata de acercarnos lo más posible a ese placer y necesidad casi fisiológica que tiene el escriba por narrar historias. Para mí de eso va el libro.

 

Resumen

Pero leyendo la contraportada, vemos otra presentación. La novela se sitúa en 1298 cuando el escriba Rustichello de Pisa, rehén de guerra, conoce a Marco Polo. Este le cuenta a Rustichello de sus viajes y al escriba se le ocurre narrar de aquellas tierras. En toda la novela el escriba se la pasa consiguiendo papel y piensa a quién podría interesarle un manuscrito allí. También nos enteramos de cómo Marco Polo aburre a Rustichello con tanto detalle técnico de sus viajes.

 

¿Y ya?

A pesar del ritmo, de que no haya nada de suspenso y que pensemos que esta es la novela más aburrida del Premio Alfaguara, me gustaría apuntar un aspecto positivo. Si pensamos en que ya conocemos “la ópera” y nos dedicamos sólo a ver el lenguaje, entonces podemos rescatar esa devoción de las autoras por el trabajo de un escriba, que para mí es de lo que va la novela –no va de Marco Polo ni de Rustichello, es una declaración de amor al escriba / al escritor y esto por desgracia a veces está un tanto en contra de los placeres del lector. Aquí pues, dejo rescatadas esas frases donde acompañamos a Rustichello en sus tribulaciones.

“Hablaba a gran velocidad y en tiempo presente, de modo que lo narrado no tomaba la forma de cuento sino que se desplegaba ante el interlocutor como una alfombra abigarrada de escenas simultáneas y sostenidas a la que uno podía montarse en cualquier momento.”

“Hace un boceto del dibujo con que adornará la portada, algo modesto: un pequeño retrato de sí mismo escribiendo, como un evangelista redactando su Evangelio.”

“Agoniza de pronto ante la idea súbita de que el libro ya esté escrito, y la espanta como a un mal pájaro”.

“Rustichello no puede parar de pensar en su nueva condición de escritor completo, a la que apenas empieza a acostumbrarse. Navega en una barca inestable a punto de zozobrar a cada instante.”

“Titubea, tiene miedo de olvidarse de todo. Las historias son frágiles –ahora lo sabe–, con facilidad se pierden.”

“Tal vez le convendría empezar a afear la letra. ¿Sería inagotable el don de la escritura? –se formula la íntima pregunta mientras afina la punta del cálamo con la cuchilla–, ¿o más bien un don medido, parco, una dosis para cada escritor, en estricta justicia, con lo que él posiblemente, tan pródigo en sus textos, acabaría por quedarse corto de trazos mucho antes de concluir la obra?”

Por supuesto, no hay que olvidar esos pasajes –a mi gusto le hubieran dado un poco de universalidad al texto– donde se habla sobre el hecho a narrar: dónde queda la libertad creativa para atraer al otro y dónde se acomoda la mentira, el atajo, la tergiversación de una realidad que se presenta como verdadera.

“Rustichello cabeceaba. […] Ni en sueños incluiría eso en el libro. […] Se consideraba libre de decidir qué poner y qué quitar, y hasta dónde el sentido común le indicaba, antes de que malgastar pliegos anotando revoltijos de números prefería tragarse todas sus plumas.”

“Sutilmente, con rodeos, distrayendo la voz, hasta se permitió sugerir que si algunos de esos ingredientes –se refería a los milagros, los topacios, los cuernos– estaban ausentes de aquellos lugares, no necesariamente tenían que faltar en el libro, y una vez que estuvieran en el libro sería casi lo mismo que si estuvieran en los lugares.”

lunes, 10 de octubre de 2016

Hoy no

No quiero creer que te moriste.
Porque a veces me va tan bien
que me parece injusto
no dejarte compartir mi tiempo.

El día está soleado
y yo no paro de sonreír.
No pienso ni en lo que viene,
ni en lo que se fue.

Te traigo a la memoria,
cuélate por aquí
y vamos a jugar con ella.

No te caigas esta vez.
Agárrate fuerte,
que hoy me toca a mí
auparte.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Héctor Aguilar Camín | Toda la vida (2016)


Toda la vida

A alguien seguramente el título le recuerda el éxito de Franco y de Emmanuel.

Toda la vida descubriendo puertas a escondidas
Para escapar de tus heridas
Para buscar la aventuras que me liberen de tus besos
Solo por eso, solo por eso.


Y no está tan errado el nexo.
 
Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946)
Escritor, periodista y también historiador mexicano. Gracias a su novela con tintes autobiográficos Adiós a los padres (2014) se catapultó como novelista. Morir en el golfo (1985) es su primera novela y gracias a ella su nombre se vio implicado con escándalos políticos porque fue interpretada como una novela por encargo (del PRI). En Toda la vida entrega una novela breve de fácil digestión.
 
Leer o no leer, esa es la cuestión
Hace unas semanas se me cruzó una frase que por desgracia no pude encontrar más en el mar de información del Internet. Entrevistaban a una literata que acusaba a los escritores de no escribir para los lectores sino para ellos mismos. En la entrevista se hablaba de que el consumo de libros disminuía y a pesar de que el mundo digital tiene por ahí sus queveres, también lo tienen que ver los escritores, afirmaba la escritora. Para ella es importante traer literatura de buena calidad que sea no sólo cercana al lector sino que éste la disfrute.
Se me quedó la frase porque algo semejante me pasa a mí con los autores mexicanos. Algunos escriben para mercados europeos o americanos; otros escriben para sus amigos intelectuales y dotan sus obras de pasajes somníferos que pecan de lo experimental o lo enciclopédico. Pero, ¿quién escribe para un lector casual? No me refiero a un lector flojo, quiero referirme con ese término al lector que lee por placer, al lector que si le parece aburrido un libro, lo cierra y sanseacabó. No me refiero al lector que confunde los textos de autoayuda con la literatura, ni me refiero al lector de literatura de masas. Me refiero al lector que ve en la literatura una fuente de entretenimiento.
Es aquí donde aparece Toda la vida, novela de Aguilar Camín que por su estructura, ritmo y trama me ha atrapado desde el principio. 
 
Toda la vida
“Hasta entonces Liliana anda sólo conmigo y con otros de su edad. Su promiscuidad me afrenta, pero su atracción es más poderosa que mis celos. Me dice todo el tiempo que la saque de su casa, que la lleve a vivir conmigo, pero no tengo dinero ni adónde llevarla. Además, quiero ser escritor, y Liliana no me parece la esposa adecuada para un escritor.”
 En la contraportada se cuenta todo desde un principio: El narrador de la historia –un escritor– es testigo de una confesión: Liliana Montoya le confiesa que le ha pedido al Pato Vértiz deshacerse del novio de la hermana, Dorotea Montoya. Tal confesión crea para el escritor una barrera con Liliana, la mujer de su vida. Él va alejándose de ella, ella sigue saliendo con el Pato Vértiz. Pasa el tiempo y vuelven a verse.
Esta vez el escritor quiere saber qué tanto hay de verdad en esa confesión. ¿Realmente Liliana ha mandado a matar al Catracho, el novio de la hermana? En sus pesquisas y sin querer Serrano, el escritor, se mete en aprietos pero descubre información concreta sobre el caso (y que para no estropear la lectura no voy a contar).
               Ha pasado el tiempo, la atracción de Serrano por Liliana sigue ahí, él siempre se dejará meter en aprietos por ella, sólo su mirada ha cambiado. Ambos han descubierto muy tarde que ninguno amaba lo suficiente como para cambiar por el otro, pero a la vez su amor era tan grande como para que desapareciera.
“-Si hubieras tenido güevos, cabrón, yo hubiera sido tu mujer. Cómo serán las cosas que no tuviste güevos y de alguna manera soy tu mujer. Si hubieras tenido güevos, serías mi Dios. El Dios que andamos buscando y que no existe.”
               En una borrachera Liliana se va al escenario y pide el micrófono para cantarle esta canción a Serrano:
 
En Toda la vida no sólo vemos ese devenir de una historia de amor que no cuajó, sino también hacemos un paseo rápido por cantinas, bares y restoranes en Ciudad de México. La vida nocturna aparece como una constante de un mundo que sabe cosas que no se ven en el día. De un mundo que celebra y se niega a vivir normal, de un mundo que vive en el disfrute, en el exceso, en ese afán por ser libre y cuyos agentes acaban siendo decadentes por el transcurrir del tiempo. En la novela paralelo a esta historia de amor también hay un orden en la ciudad que se despide y se mira a sí mismo con nostalgia:
“En aquellos tiempos los policías éramos los dueños de la calle. Nosotros poníamos las reglas, decíamos qué crímenes valían y cuáles no. Éramos la autoridad, los hampones nos temían. Un comandante de cualquier corporación se presentaba en Tepito, por ejemplo, y los raterillos venían como moscas: “¿Qué se le ofrece, mi Jefe? ¿En qué le servimos?” “Pues miren, hubo un robo y violaron a la señora de la casa, pero la familia de la señora es gente de pro, así que el que hizo esta pendejada se va a chingar. Averigüen quién fue.“ Ellos iban y averiguaban. A veces hasta nos traían a los culpables.”
Sin duda esta novela es un buen regalo, una excelente recomendación para ese lector exigente que no se anda con rodeos y le gusta que le cuenten bien las historias.
Es también una instantánea quasi nostálgica de ese rostro citadino, capitalino que está desapareciendo en la Ciudad de México. Es una obra que nos sacude y nos reabre los ojos para que comprobemos que la temática en la literatura actual mexicana no se ciñe al narcotráfico y soporta sin problemas otros temas no menos complicados ni importantes.
 
 

lunes, 5 de septiembre de 2016

México

Viaducto,
periférico, insurgentes.

Plazas, filas, gente.

Y sigue la ciudad vacía sin ti,
papá.

Qué soledad de millones.


martes, 23 de agosto de 2016

Mrs Caldwell habla con su hijo (1953) | Camilo José Cela



“Las gruesas, las tremendas, las monstruosas señoras de la piscina, todas madres, llevaban ya cinco días nadando sobre el ahogado. Tú fuiste quien me lo dijo.” (p. 59)

Camilo José Cela (1916-2002)
Escritor, periodista, académico de la Real Academia Española. Fue galardonado con el premio Nobel (1989), el Cervantes (1995), el Príncipe Asturias (1987) entre otros. Su nombre seguramente aparecerá entre conversas, como recomendación, en las librerías, en una biblioteca, a través de una cita. Así que uno terminará por uno u otro camino a leer alguna de sus más de setenta obras. Entre las más alabadas se encuentran “La familia de Pascual Duarte” (1942), su primera novela y para muchos la mejor y también La Colmena (1951). Ambas pasaron por procesos de censura.
No pienso extenderme en el autor primero porque existe una cantidad exhaustiva de artículos, reseñas y demás. Así pues, sólo anexo un comentario de mi lectura.


Mrs Caldwell habla con su hijo (1953)

“Siempre fue de buen tono, hijo mío, quitarse la vida con veronal. [...] Lo que ya no es correcto, hijo mío, es escribir cartas de despedida.” (p. 75)

Mrs. Caldwell es una obra que es calificada como la novela más experimental del Nobel. Se alaba el ritmo, el estilo, el paisaje e incluso la estructura en capítulos (cartas de una madre a su hijo muerto) de la misma. Esto ya nos debe de dar un buen marco de lo que nos espera.
Sin ganas de estropearle la lectura a alguien resumo el contenido: La sra. Caldwell perdió a su hijo con el que se sugiere que tuvo una relación incestuosa. Le escribe cartas a Eliacim, su hijo muerto y a través de estas misivas vamos conociendo tanto al hijo como a la madre. Con el tiempo terminamos por conocer a personajes circundantes para madre e hijo con raros pero precisos retratos. Del esposo hace una instantánea sencillamente brutal: “Tu pobre padre (Q.D.h.) prefirió, hijo mío, una postura de gata parida. Daba risa verlo. Algunos amigos tuvieron que ayudarme a desdoblarlo para poderlo meter en la caja” (p. 79). De estas cartas se dice además, al principio y al final de la novela que fueron entregadas al autor y es este quien cuenta un poco sobre Mrs. Caldwell. Más no hay. Eso es lo que sostiene a la novela; no hay pues un secreto que descubrir. Si alguien tenía la esperanza de que la lectura lo atrapara por contenido, este definitivamente no es lo que busca. Aquí el interés puede ser cualquier cosa que en ese momento llame la atención de la mujer.

“El mar es una palabra que me causa náuseas, algo de lo que no puedo hablar con serenidad. El mar es una joven bella e insoportable a quien las cosas le han ido demasiado bien en esta vida.” (p.76)

                Lo que sí ofrece el libro es un personaje femenino con muchísimos prejuicios, manías, miedos. Un personaje que podríamos encontrarlo en el vecino que nos sonríe y nos saluda pero que nosotros bien sabemos que habla a nuestras espaldas o al que le hemos escuchado frases despectivas sobre otras personas. 

“Las nubes, Eliacim, se forman con las almas de quienes mueren en la horca y con las almas, también, de los niños que pecan antes de tiempo. Por eso, en los países del sol, suceden, a veces, cosas inexplicables, misteriosas y agudísimas cosas inexplicables.” (p.109)

                El libro ofrece frases elásticas, rítmicas, poéticas. Así que para aligerar la lectura, tal vez uno debería dejar de esperar leer “una novela” sino más bien prepararse para disfrutar un poema. Así me fue más fácil avanzar.
Muchísimas ideas y escenas me parecen bien logradas: vemos instantáneas cargadas de clichés, vemos a la vez a una mujer que puede alegrarse tanto con un recuerdo o con la vista al mar. Y a la vez disfrutamos personajes que con un par de trazos, un par de párrafos se quedan en la memoria: como la chica que sabe que se va a morir pronto y deja todo arreglado; o el sastre sensible que por todo llora, llora por la caridad de sus clientes y llora por la deficiencia de su trabajo.

“-Sí, señora, yo me voy a morir pasado mañana. Yo ya no tengo casi fuerzas. Las pocas fuerzas que me quedan no creo que puedan durarme más de dos días.
[...] A los dos días como había calculado, se murió.” (p. 168)

En Mrs. Caldwell Cela se toma el tiempo de observar todo y a todos. Escoge una persona o un objeto, tal vez un día y en cada capítulo nos dice: Esta es la historia de una mujer loca que nos cuenta de su cotidianidad. Ese elemento cotidiano puede ser solo un detalle y caer en lo insulso pero en esa deconstrucción que va a ningún lado nos hace reabrir los ojos para ver lo fácil que es romper lo común para hacerlo observable. 

“Está muy extendida la común creencia de pensar que todos los lunes son lunes. Sería más hermoso que parte de la humanidad defendiese firmemente que algunos lunes son jueves” (p.83)

Lo que sí, la forma y el ritmo a veces son tan marcados que uno siente que lee una y otra vez el mismo capítulo. Lo aconsejable es no leer el libro de tajo. No vale la pena. Se vuelve predecible. Mejor disfrutarlo a cuentagotas. Dejarlo por allí, regresar los capítulos. Releer pasajes. Avanzar varios una tarde. Cambiar el ritmo, recomenzar. Entonces sí que se puede volver entrañable.
Ciertamente el paso del tiempo sí se deja sentir a través de detalles en las cartas; así como ese odio-amor de la madre por su hijo. Un amor que ella ni siquiera en las cartas se atreve a nombrar pero que se siente en el celo, en el enojo, en la burla que emplea cuando se refiere a su hijo con otras mujeres.

“-¿Me amarás siempre, Rose?
-Te amaré siempre, Patrick.
-¿Aunque me suspendan por no saber hallar las coordenadas azimutales de Bellatrix?
-Aunque te suspendan por no saber hallar las coordenadas azimutales de Bellatrix.
-¡Qué buena eres, Rose!
Respiró Rose con valentía.
(-¡No grites tanto!)
Rose suspiró con delicadeza; no es que sea buena, ¡es que te amo!
[...] Encorvado, flaco y tosedor, Eliacim, el estudiante de astronomía paseaba y paseaba, para arriba y para abajo, con su novia sentada en un hombro, bajo las inmediatas constelaciones, como no debe costarte ningún trabajo creerme” (p. 212)

                Y a veces uno siente que la madre sabe que la estamos leyendo y que este “autor” que recibió las cartas simplemente ha sido un medio. Se muere Mrs. Caldwell pero no quiere irse sin dejar huella. Quiere que la miremos, nos está escribiendo a nosotros que seguimos cómplices ese dolor por el hijo perdido, por el amante perdido.

“Todo es muy simple, Eliacim, de una simplicidad que sobrecoge. Una mujer, nace, crece, se casa, engaña a su marido, se ocupa aparentemente del hogar, pierde a su hijo, hace obras de caridad, se aburre y muere. Y así una vez, y otra vez más, y otra vez más, hijo mío.
                Todo es tan simple, Eliacim, todo viene a resultar, al final, tan simple, que a veces pienso que sólo los grandes asesinos merecen ser acreedores a la inmensa paz que suele anidarles en la mirada, en esa feliz mirada que no creyó en la sencillez de las cosas, hijo mío, en la torpe sencillez del adulterio, en la cotidiana sencillez de la usura, en la diáfana sencillez de la bestialidad” (p.213-214)