jueves, 7 de enero de 2016

Muerte es saber

Saber que no volverás más. Que no vas a llegar más y sin embargo es tener la certeza de que en cualquier momento estarás aquí.

Saber es desplomarse hacia dentro, en caída libre por un cuerpo que no conozco y que me aturde explorar.
Es caer uno, dos, tres metros. Cien metros. Y verse a uno mismo en la caída. Frenar entre colchones de recuerdos que lo giran a uno y lo tiran de las orejas para volverlo a expulsar.
Saber es no pensarse y avanzar por vez primera en un cuerpo que no siente hambre ni fatiga.
Saber es llevar un nudo en la garganta que se agiganta y traga las palabras.
Saber es el coraje de ver la ignorancia de los otros, quienes caminan y no te ven, no te escuchan, no te sienten.
Saber es arrancarse la piel de los tobillos y picotearse el pecho y a la vez no poder superar el dolor que estrella en la cabeza.
Saber es vaciarse en agua, en viento, en sal.
Saber es dudar si esto que ocurre realmente acontece o si caí en un sueño alargado que me hace transpirar.
Saber es querer despertar. Es detener el tiempo durante días, segundos, horas, semanas. Saber es reconocer si las raíces alcanzan para asirme a la tierra.
Saber es odiar el amor que me falta y temer el vacío que se asoma.
Saber es el remordimiento de escribir estas palabras que no quieres que exprese ahora.
Saber es escupirlas y pedirles que se marchen.
Saber es recordar tu risa, tu voz, tus manos duras e inaccesibles para mí.
Es mirar tu frente ancha y tu expresión última.

Es el olor asfixiante de flores que me hiela la espalda, es el labio vacío y descolorido.
Saber es parar el tiempo. En seco. Durante estos días.
Y pedir que el recuerdo no se marche.
Saber es no poder volver a dormir a oscuras.

Saber es caminar contigo entre los recovecos de la memoria, en mi cabeza, mientras chocas con mis preguntas e incertidumbres.
Saber es frío, es azul, es dolor. Es sentir el exceso de cuerpo que tengo de cáscara.
Saber es respirar y no verte mover nada.
Saber es no querer dejarte ir y sentir asco de mí por no poder cambiarme.
Saber es esa mínima palabra de consuelo que plantaste en mi pecho y pedirle que crezca, que ascienda y tome mi cuerpo.
Saber es no acabar en uno mismo y escurrirse en lágrimas por las mejillas de mis hermanos.
Saber es vaciar algo que ya de por sí esta hueco.
Saber es tener que volver a marchar en un cuerpo extraño que se ajusta a mí.
Saber es duchar ese cuerpo y preguntarle si está vivo. Saber es pedir que el agua mitigue el dolor.
Saber es tropezarse justo al encontrar la puerta de salida de este texto... y volver a empezar con la última primera frase.

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