domingo, 5 de enero de 2014

Cambio de vías (1999) | Mónica Lavín




A finales de diciembre 2013 me topé tres veces con libros que me dejaron mucho para reflexionar y que no se encontraban entre la lista de mis favoritos. Hay veces en las que uno se topa con libros que tal vez estilísticamente no sean muy celebrados o bien, no representen una obra fuerte del autor. Sin embargo, justamente que estos libros "nos encuentren" y nos digan algo directamente es más especial que si lo hiciera una obra mayor.

Con Mónica Lavín debo decir, no obstante, que me gusta su escritura, lo que conozco de ella me ha atrapado y me ha convencido. Su libro "Cambio de vías" no es precisamente nuevo ni yo lo clasificaría como una obra muy importante en su producción. Más bien lo veo como un acto de complicidad con el lector, como si Lavín se abriese un poco y nos contara de sí misma o de alguna persona relevante en su entorno y a la vez intentara difuminar ese nexo entre su personaje y ella.

Supongo -y espero que sea cierto- que muchos detalles del libro son sacados tal cual de experiencia personal, que muchas situaciones, muchos detalles no son ficticios sino más bien, son deformados para volverlos narrables y coherentes con los personajes que se están creando.

Al inicio de la novela pareciera que se cuentan dos historias cuyas protagonistas son mujeres y ya. No hay nexo alguno más. Conforme avanza la historia entendemos que estas dos mujeres se fueron amoldando a la vida y quedaron sin querer atrapadas en la rutina. Un evento tangencial será el disparador para que estas mujeres decidan intentar un último cambio de planes o al menos: peleen por un tiempo fuera.

Dos mujeres normales y a la vez especiales; una acomodada, la otra no tanto. Lo que las une es su loable idealismo de la juventud. Dos momentos distintos, dos reacciones posibles. Nada de historias complicadas. Nada de secretos. Sólo la vida, momentos que dejaron de vivirse, situaciones que permiten a una de sus personajes reencontrarse con el pasado para pedirle cuentas por el olvido, por el silencio. Es decir, toda la libertad que da hacer un viaje: puede pasar de todo, o puede pasar nada, según nos atrevamos a abrir las puertas, a ver oportunidades, a cambiar.

Rincones europeos que he visitado y que han hecho por eso mi lectura mucho más agradable. Perlas poéticas escondidas en las páginas, escasas ciertamente pero valiosas.

Si es bueno o malo el libro no lo puedo juzgar ni recomendar  o dejar de hacerlo. Sólo puedo decir que varias de sus páginas estaban allí, esperándome para cerrar cicatrices propias: privadas.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario