lunes, 22 de agosto de 2016

La pequeña comunista que no sonreía nunca (2014) | Lola Lafon



Héroes de carne y hueso

Michael Phelps
En estas Olimpiadas seguimos por la televisión las hazañas de Phelps y de Usain Bolt. Sudamos, sufrimos y festejamos los unos con los deportistas propios, los otros con ídolos adoptados.
Cada cuatro años se enciende la llama olímpica y miles de personas encuentran inspiración y motivación en estos deportistas de alto rendimiento. No hay nada como el sueño olímpico. En ciertas disciplinas, incluso, no se considera alcanzado el éxito si no se tiene una presea... olímpica aunque se tengan records mundiales y oros en otros campeonatos.
Usain Bolt
Me encantan las Olimpiadas. Me encantan porque es abrazar el pasado, es detener el tiempo, es ver en vivo esas leyendas en formación.
En estas semanas transcurridas, algún chico o chica miró la pantalla y supo que ese sería su camino. De espectador lo veremos luego como actor. Otros esperan ya alcanzar la edad mínima y miran con impaciencia el calendario para que llegue Japón 2020. 


 

¿Y qué más se puede hacer en estas semanas que acompañar el ritmo del planeta que leer un libro sobre una mujer leyenda? Sobre la leyenda de la gimnasta perfecta, la del primer diez en gimnasia olímpica con tan solo 14 años, la de la gracia infantil. Nadia Comăneci y el primer diez en gimnasia olímpica, 18 de julio 1976.


Durante ese verano de 1976, las cifras continúan acumulándose alrededor de Nadia; cinco mil llamadas recibidas en la Federación Canadiense de Gimnasia en menos de tres meses, en los Estados Unidos, un sesenta por cierto más de llamadas al servicio de urgencias: las niñas que han querido “jugar a Nadia” se han roto la muñeca o el tobillo. (p.90)


Nadia Comăneci

Nadia Comăneci (Oneşti, 1961) es una ex gimnasta de origen rumano que obtuvo nueve medallas olímpicas (Montreal 1976, Moscú 1980). No sólo la precisión de sus ejecuciones fue alabada sino ese encanto artístico de sus coreografías. Fue galardonada como mejor atleta. Fue la imagen que se tenía en el mundo de Rumanía. Y esta imagen de perfección es tan fuerte que de la Nadia actual, se sabe poco. O incluso nada. Tal vez el nombre resuene más en México porque la ex gimnasta se dedicó un tiempo a comentar eventos con Televisa.

 


-Montreal  “vendió” la imagen de una niña inocente que surgía de la nada, cuando hacía dos años que usted lo ganaba todo. Usted contribuyó a la fabricación de esa imagen.  A través de usted, el poder promocionaba un sistema. El éxito total del régimen comunista, la apoteosis de la selección: la nueva Niña superdotada, bella, sensata y competitiva.
(Risa molesta.)
-¡Sí, claro, por supuesto! Los rumanos vendían el comunismo. En cambio, las atletas francesas o norteamericanas de hoy en día no representan ningún sistema, ¿verdad?, ni a ninguna marca... (p.80)

En 1989 huyó del gobierno de Ceaușescu hacia los Estados Unidos en un escape de película. En 1984 se hizo una película basada en su vida y en 2014 Lola Lafon, cantante y novelista publicó “La Petite Communiste qui ne souriait jamais”, ganando por esta obra Grand prix de l'héroïne Madame Figaro 2014.

Lola Lafon (1975)


 
Lola Lafon, (c)Transfuge
Escritora, feminista, cantante. Lafon que creció entre Bucarest y París se plantea narrar la vida de la gimnasta rumana. Ella también miraba la pantalla ese 18 de julio de 1976, cuando se le daba a Nadia una nota “1,0” simplemente porque los marcadores no estaban programados ni capacitados para dar la nota máxima, diez. Lafon se da a la tarea de recopilar información y en su búsqueda biográfica se topa con una visión sexista, casi pedófila en el ámbito de la gimnasia. Se aferra pues a estos datos para hacer una reconstrucción crítica de la época que ella misma vivió.  
Esta pasión por poner en tela de juicio todo y a todos se siente desde el principio en esta ficción: sí, la novela va sobre este monstruo deportivo que es Nadia Comăneci, pero también va sobre sistemas políticos: capitalismo contra socialismo, presión social, rol de la mujer. Temas que apasionan a la autora y que van siendo presentados con datos duros sin exagerar en lo narrativo y muy bien combinados con conversaciones telefónicas con Nadia Comăneci. Sin ser panfletaria nos muestra las dos caras de la moneda y esto es lo que más se agradece, esa libertad que le da al lector de que sea él quien termine el análisis.

La novela
“Érase una vez una historia, esta historia, cuyos capítulos envío concienzudamente a la mujer que es su actriz y su espectadora. Ella comenta, juzga, exige revisar algunos pasajes o aplaude. Sostiene mi mano, que escribe su historia, animándome a creer y escribir cosas que a veces son inexactas y sin duda lo sabe.” (p. 204)

La novela se centra en la vida de la gimnasta, no de la niña o la actual persona. Es decir, cubre el periodo de 1969 hasta 1990, cuando la gimnasta es recibida en Estados Unidos. En una segunda parte no tan exhaustiva la niña va desapareciendo poco a poco para dar paso al país que se levanta contra su dictador.
Y mientras la consolidación de la gimnasta invita a creer que hay una visión positiva y activa de la mujer, el contexto político deshace de tajo esa ilusión:

“El decreto 770 era... una guerra contra las mujeres. En 1966, Ceaușescu mandó prohibir el aborto, quería nuevas generaciones educadas en su ideología exclusiva. Funcionó durante unos años, y a esos bebés, que eran muchos, les llamamos los decreteii. Hacia 1973 la curva comenzó a estancarse porque las mujeres se organizaban como podían, y eso que, a partir de 1975, se hizo casi imposible obtener un pasaporte para viajar al extranjero.” (p.116)
“PREÁMBULO AL DECRETO:
LOS MÉTODOS DE CONTRACEPCIÓN QUÍMICA PROVOCAN ENFERMEDADES GRAVES QUE PUEDEN ACARREAR LA MUERTE. ESTÁN PROHIBIDOS. PRACTICAR EL COITUS INTERRUPTUS PROVOCA IMPOTENCIA. SER SOLTERO ES SOSPECHOSO. TENER RELACIONES SEXUALES TRES O CUATRO VECES POR SEMANA PONE DE MANIFIESTO UN VIDA NORMAL. TASA OBLIGATORIA DE NIñOS POR MUJER: CINCO” (p.200)


¿Nota?
Yo fui de esas personas que se enamoraron de la imagen de la gimnasta perfecta y tenía mucho interés en leer –de forma voyerista– quién es la gimnasta. Sin duda el libro me ha atrapado desde el comienzo y me ha dado además un extra que no esperaba: una reconstrucción de un mundo que parece ya tan lejano. Me ha dejado un contexto político dibujado y me ha recordado que por muy Juegos Olímpicos, por muy espíritu deportista, seguimos siendo personas inmersas en un mundo capitalista y politizado. Los deportistas son mensajeros de un sistema, de una marca, de una ideología. Sobre todo aquellos que ganan medallas. ¿Nos damos cuenta?



El único “pero” que le veo al libro es que la voz narrativa se queja de ese encantamiento de los medios por despersonalizar a la mujer, desmenuzarla y quedarse sólo con la gimnasta. Quedarse en la novela con el periodo del 69 al 90 acaba por hacer lo mismo.

 
 

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