La condesa sangrienta
(1971) | Alejandra Pizarnik
“Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación
de las criaturas por ella desposeídas.“
Esta es una breve reseña sobre “La condesa
sangrienta” (Zorro rojo), un libro que me encantó en cuanto a su manufactura.
Al retrato de la condesa lo acompañan ilustraciones de Santiago Caruso. Y a
pesar de que es brevísimo, es una lectura ampliamente recomendable, no porque
el tema sea oscuro, sino por la calidad no sólo de las ilustraciones sino de la
escritura: cuidada, milimétrica. Este es un libro basado en un personaje de la
realeza húngara, Erzsébet Báthory. Esta vez no resumo sino presento tres retratos: el de su autora, el de su personaje y el de su ilustrador.
Alejandra Pizarnik (1936-1972)
“Pero
no murió por ello, al contrario, sino porque sus secuestradores –tal vez
exhaustos de violarla– la apuñalaron.”
Alejandra Pizarnik, poeta nacida en
Avellaneda de origen europeo, sus padres eran inmigrantes judíos. Estudió en la
Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Filosofía y Letras pero no
concluyó sus estudios. Desde su juventud escribió poesía influenciada por
poetas franceses. Publicó su primer libro con 19 años. En 1960 se fue a vivir a París, donde
conoció a Cortázar y Paz. En 1969 recibió la beca Guggenheim y en 1971 la
Fullbright. Es en ese año cuando escribe “La Condesa sangrienta”. Un año
después, se suicidó tomando barbitúricos.
Estamos pues ante una poeta que antes
de cometer suicidio, hace el retrato de una asesina mítica, la condesa Ersébet
Báthory.
Erzsébet Báthory (1560-1614)
“Si
el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la
muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte
figurada que viene a ser el orgasmo. Pero, ¿quién es la Muerte? Es la dama que
asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de
la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir.
Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque ¿cómo ha de
morir la Muerte?”
Noble húngara que ha pasado a la historia
por haber llevado a la muerte a más de 650 jóvenes. Según se encuentra en su
biografía es muy posible que esta mujer haya sufrido de epilepsia en su infancia.
Para su época fue muy educada, dominaba varios idiomas y era letrada. Se casó
con el conde Ferenc Nadasdy, quien pocas veces estuvo con ella dado
que tenía que salir a la guerra y defender sus propiedades. Diez años después
de casados, tuvieron tres hijos. La condesa enviudó a los 44 años al morir su
esposo de una enfermedad contraida luego de una batalla. Supuestamente es en
este momento cuando la condesa comienza sus crímenes. Al mismo tiempo se corren
rumores de que practica brujería para la cual emplea sangre de mujeres jóvenes.
Un noble investiga el caso, va al castillo y encuentra cuerpos. La condesa es
obligada a testificar pero se rehusa. En el juicio, los sirvientes de la
condesa así como ella son encontrados culpables de los asesinatos de mujeres
nobles. Ersébet fue encerrada en su castillo. Murió a los 54 años. Fue
sepultada en su pueblo de origen. Y en la región se prohibió hablar de ella. En
el archivo nacional de Hungría se conserva una amplia documentación sobre la
condesa. En sus diarios aparece información sobre el trato que daba a las
chicas.
Como se ve, no es un personaje fácil. Así que como uno lo espera, no faltan apariciones
en la literatura, ni en el cine, ni en el teatro que han querido profundizar en este personaje. Mito o no, es una figura
que emana ese morbo atrayente. Un morbo que bien esconde el retrato de Alejandra
Pizarnik y que nos causa igual atracción como repulsión leer. Si algo disfruté del libro, fue el ritmo y el tono tan bien escogido con el que se dejan caer los eventos sangrientos; ese tono técnico que nos explica cómo funcionan las máquinas de tortura. Y que cuando menos lo esperamos, de la nada, nos sorprende con una reflexión, una idea, una estocada literaria.
Santiago Caruso (1982)
“Un
color invariable rige al melancólico:su interior es un espacio de color de
luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo
inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar
al prisionero pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si,
además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro”
Ilustrador
argentino, colaborador de la revista Caras y Caretas. Es el encargado de
reinterpretar el retrato de Pizarnik. Aquí incluyo solamente una de sus
ilustraciones de “La condesa sangrienta” donde se aprecia el detalle y la expresividad de las escenas pero más de su trabajo
puede conocerse aquí.
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