Leer digital (o de cómo empezar una reseña con una digresión colosal)
¿Por qué leer digital en un lector de libros y no conformarse con una app en el móvil?
Porque la tecnología paperwhite es mucho más agradable que
leer en la pantalla del móvil. Incluso usando la aplicación del lector google con fondo para optimizar la luz
que nos llegará a los ojos nos quedamos bastante lejos de lo agradable que es
leer en paperwhite. Porque se disminuye la cantidad de interrupciones que se
puedan hacer gracias a los mensajes y demás notificaciones del móvil. Porque
hay montón de títulos que podemos leer digitalmente, pero que nunca llegarán en
papel a nuestras manos. Porque en un viaje a la naturaleza no es necesario
escoger un libro, sino que podemos llevar la biblioteca entera y picotear
cuanto nos plazca. Curiosamente, en estas vacaciones esa técnica me permitió
alternar entre literatura de viaje y literatura académica. Porque podemos usar
el diccionario si nos quedamos atorados en alguna palabra. Porque podemos
subrayar, tomar notas e incluso, si se tiene esa posibilidad de “text to speech”,
podremos hacer que el lector nos lea desde donde nos quedamos mientras lavamos
los trastes o tendemos la ropa. Porque es ligero y podemos leerlo en el metro,
mientras esperamos el bus, en la sala de espera del dentista, etc.
¿Por qué no leer digital en un lector de libros?
Si piensas que es para no gastar nunca más en libros: mejor no te compres un lector.
Soy una lectora digital tardía. Desde hace unos dos años uso
la aplicación kindle en mi móvil así
como el lector de libros de google.
Los personalicé y los uso cuando por algún extraño misterio de la vida no tengo
ningún libro en la mochila –que sí me pasa por desgracia. Cuando eso ocurre, voy a kindle o a google reader, veo sus bibliotecas y miro qué es lo que ofrecen
gratis: allí esperan pacientes Sor Juana, Machado de Assis, Cervantes. Kipling
y Twain, por ejemplo, también esperan su turno. No son facsímiles, lo cual
facilita su lectura. No tengo que ir a ningún anticuario para conseguir estos
libros. Estamos hablando de clásicos cuyos derechos están “liberados”. Y yo recomiendo mucho que se lean esos clásicos. Así que, queridos lectores, atascaos de lecturas.
Pero no
puedo apoyar la idea de digitalizar un libro sin consentimiento del autor,
pasarlo a PDF y soltarlo al mundo. Se siente mal –desde mi punto de vista. No
puedo. Creo que hay suficientes materiales gratis o cedidos por el autor como
para contribuir con piratería de nuevos títulos. -Fin del sermón.
Material de lectura – UNAM (o preámbulo tardío de una reseña rara)
Y como no voy a piratear libros, entonces me informo de
aquellos títulos que puedo prestar, comprar o compartir con otros usuarios kindle. Además, también están aquellos títulos
puestos a disposición de los lectores con consentimiento de los autores. Entre
las colecciones que me gustaría mencionar esta “Material de lectura” de la
UNAM, con más de cien títulos para ser leídos online o bien, versión PDF para descargar.
Todos vienen con notas introductorias y allí descubrí a una de las autoras
mexicanas que más afecto y afición le tengo: Mónica Lavín.
127 – Mónica Lavín o de cómo empezar la reseña en el último párrafo
De esta autora no diré mucho porque ya en otras ocasiones he
reseñado libros suyos. Basta decir que en mi biblioteca descansa un autógrafo
suyo entre mis libros y ahora mismo me emociona recordar cuando lo recibí.
En este título encontramos una nota introductoria de Bernardo
Ruiz, amigo de la autora que evidentemente en su introducción deja ver la admiración
y cariño que siente por Lavín. Los cuentos compilados han sido una selección
propia de la autora. Encontramos seis cuentos que nos van a dar un panorama muy
bueno de cómo escribe Lavín, qué temas le apasionan y lo camaleónica que puede
ser su pluma. Posiblemente lo que más me atrae de su escritura es la capacidad
de encontrar historias donde nadie esperaría encontrarlas.
En el
compendio se encuentran “Iniciales”, precioso relato sobre un anciano demente
que nos permite ver cuánto golpea a una familia una enfermedad tal como la
demencia y que tal vez –solo tal vez– esto no sea tan malo para quien lo
experimenta. En él vemos a la hija preocupada, a los nietos que no saben muy
bien que está pasando, pero lo que más fascina y angustia de la lectura es ver
cómo el personaje mastica varias identidades para tratar de explicarse quién
es, aunque no sepa nada de quienes lo rodean.
“Tiene el pelo cobrizo y la tez tostada; se acerca y me da un beso. Me molesta ese trato, yo no beso a quien no conozco. Me limpio su saliva del cachete. Ella se ríe. Ay, papá. La miro severo. Me cuentan que estás muy desganado, ha de ser porque no te he venido a ver. Pero ya volví de Cancún. Me cansa esa voz, me cansa terriblemente.”
“La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert”
permiten experimentar el sur de la Ciudad de México a través de lo más
característico que tienen, su cultura y sus espacios verdes recreativos. En
este cuento, luego de haber dejado claras las reglas del juego (que se trata de
una historia de amor), la autora las rompe y empieza a jugar a un nivel metaliterario
con el lector. Bien logrado el juego, elegante, irónico.
“Es lógico que estas soledades geométricas, náufragas de la ciudad de México, se encuentren, si no para qué iba el narrador de esta historia a presentar a uno y a otro, a intercalar sus quehaceres y develar la manera en que sobreviven el domingo. Anticipamos una historia de amor.”
Después viene “Los jueves” un cuento donde aunque sabemos ya
cómo va a acabar todo, emociona y hace suspirar. Una mucama desarrolla cariño
por una pareja que frecuenta un hotel de paso los jueves y empieza a fantasear.
Más no digo.
“De prisa entraba a su habitación, no quería que me la ganara Teresa que a esa hora rondaba el mismo piso. Cerraba la puerta y miraba el desarreglo, el mismo que en otros cuartos me producía hastío y a veces repulsión. Entonces me tiraba boca abajo sobre la cama y aspiraba los aromas atrapados entre las sábanas gastadas”
Cambio de ciento ochenta grados. El siguiente relato, “El
día y la noche” nos regresa a la infancia, a la tradición. Un grupo de primos
que repiten sus vacaciones en una casa de verano, donde “ellos” se comportan
como futuros machos y “ellas” se preparan para protegerse de esos machos. Hasta
que pasa lo que tiene que pasar, una de las primas deja de ser niña, se vuelve
adolescente y pone de cabeza el mundo de “ellos” y “ellas”. Excelente tono,
perfecta forma de introducir personajes y ambiente. A partir de la mitad del
cuento ya no se puede soltar la historia y de una estocada que no dubita en el
último párrafo nos obsequia una chulada de frase final. Posiblemente el cuento que
más disfruté de la compilación.
“Cuando los primos pasaban las vacaciones en la casa de Acapantzingo, los días poseían la claridad de la alberca y la ferocidad del sol; la noche, lo impenetrable de la obsidiana.”
Apenas
uno se está recuperando del cuento anterior viene el siguiente gancho al
hígado. Una preciosura de cuento, “Uno no sabe”, con una escritura culta,
pulida. Viene –desde mi punto de vista– un tema muy mexicano, el abandono de
los hijos. La desaparición de la madre, su abandono deja fuertes cicatrices en
el chico narrador, que crece llevado por la vida, empujado. Y este chico no
pregunta, no pide respuestas. Hasta que un día toma la decisión de salir a
buscarlas. Se entera de que la madre está trabajando como mesera en una cafetería
y sale a buscarla. No viene después una aclaración. Viene un muy fuerte golpe
al lector. Que espera respuestas, que espera explicaciones, reclamos. Y no
viene nada de eso: viene, por fin, ese nudo en la garganta donde sufrimos al
lado del narrador en segundo abandono violentado. (Solo de recordar se me eriza
nuevamente la piel). Aquí el inicio, magistral:
“Uno no sabe que un día se irá a la cama y cuando despierte, papá pondrá los cereales en la mesa nervioso y sin haberse rasurado, las hermanas hablarán en voz baja y nadie dirá que mamá no está”.
“El caso estándar” nuevamente nos hace un giro que reacomoda
las piezas. En este cuento, el que parecería menos fuerte de la compilación,
arroja un tema que se le va a escurrir durante días al lector en su rutina. Una
estudiante marca por error otro teléfono y deja un recado. Avisa que llegará
después de lo planeado a una cita. Del otro lado, por desgracia, hay alguien
que no entiende de errores, que no importa cuántos indicios se le den de que el mensaje ha
sido un desafortunado error y que una cifra ha hecho que otro lo recibiera. Ahora y conociendo a Lavín, este es un cuento arriesgado, que
pone la mesa del juego y que saca dos piececitas mínimas. Quien arme el título
con el final, sabrá de lo que hablo. Y que triste.
“Mientras toma el café en la orilla de la cama escucha el recado: Vieja arrastrada, deja en paz a mi esposo. Puta maldita.”
¿Final feliz? O de si vale la pena el libro
Si usted es un lector al que le gusta disfrutar buena prosa,
que se presta de vez en cuando para que el autor juegue un poco con herramientas
narrativas: léalo. Lavín no le hará perder su tiempo. Si usted es de Ciudad de
México y a veces tiene la sensación de que todo y todos son objetos potenciales
de esconder historias: léalo. Si quiere conocer mejor las mil caras que puede
esconder una ciudad tan grande como la capital azteca, léalo. Si quiere leer
buena literatura mexicana contemporánea: léalo. Si usted es profesor de
secundaria o prepa y no sabe cómo enganchar a sus alumnos con buenas historias:
lea con los de secundaria “El día y la noche” y con los de prepa “Uno no sabe”.
ya me la antojaste :)
ResponderBorrarPues a leerla. En este link se va directo al material: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/cuento-contemporaneo/13-cuento-contemporaneo-cat/384-127-monica-lavin
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