domingo, 3 de enero de 2021

Material de lectura | Mónica Lavín 127 (UNAM)

Leer digital (o de cómo empezar una reseña con una digresión colosal)

 Hace unas semanas me compré un kindle. Hubiese dado lo mismo que fuera otro lector de libros. Ya el tiempo, el ritmo y demás me estaban orillando a permitir que coexistieran en mis lecturas los libros en papel con los libros digitales. A la par me pongo a buscar alguna aplicación que transforme formato PDF –que yo creo que en realidad quiere decir “Para Deformar tu Focalización”– y por varias fuentes llego siempre al mismo resultado: Calibre. Una aplicación sencilla de usar que me permitirá cambiar los libros de formato PDF a los que traigo en la mira en formato MOBI que es un formato mucho más acorde a las prestaciones que tiene el kindle ya que se podrá acceder a diccionarios y a la modificación de tipografía.

¿Por qué leer digital en un lector de libros y no conformarse con una app en el móvil?

Porque la tecnología paperwhite es mucho más agradable que leer en la pantalla del móvil. Incluso usando la aplicación del lector google con fondo para optimizar la luz que nos llegará a los ojos nos quedamos bastante lejos de lo agradable que es leer en paperwhite. Porque se disminuye la cantidad de interrupciones que se puedan hacer gracias a los mensajes y demás notificaciones del móvil. Porque hay montón de títulos que podemos leer digitalmente, pero que nunca llegarán en papel a nuestras manos. Porque en un viaje a la naturaleza no es necesario escoger un libro, sino que podemos llevar la biblioteca entera y picotear cuanto nos plazca. Curiosamente, en estas vacaciones esa técnica me permitió alternar entre literatura de viaje y literatura académica. Porque podemos usar el diccionario si nos quedamos atorados en alguna palabra. Porque podemos subrayar, tomar notas e incluso, si se tiene esa posibilidad de “text to speech”, podremos hacer que el lector nos lea desde donde nos quedamos mientras lavamos los trastes o tendemos la ropa. Porque es ligero y podemos leerlo en el metro, mientras esperamos el bus, en la sala de espera del dentista, etc.

¿Por qué no leer digital en un lector de libros?

Si piensas que es para no gastar nunca más en libros: mejor no te compres un lector. 

Soy una lectora digital tardía. Desde hace unos dos años uso la aplicación kindle en mi móvil así como el lector de libros de google. Los personalicé y los uso cuando por algún extraño misterio de la vida no tengo ningún libro en la mochila –que sí me pasa por desgracia. Cuando eso ocurre, voy a kindle o a google reader, veo sus bibliotecas y miro qué es lo que ofrecen gratis: allí esperan pacientes Sor Juana, Machado de Assis, Cervantes. Kipling y Twain, por ejemplo, también esperan su turno. No son facsímiles, lo cual facilita su lectura. No tengo que ir a ningún anticuario para conseguir estos libros. Estamos hablando de clásicos cuyos derechos están “liberados”. Y yo recomiendo mucho que se lean esos clásicos. Así que, queridos lectores, atascaos de lecturas.

Pero no puedo apoyar la idea de digitalizar un libro sin consentimiento del autor, pasarlo a PDF y soltarlo al mundo. Se siente mal –desde mi punto de vista. No puedo. Creo que hay suficientes materiales gratis o cedidos por el autor como para contribuir con piratería de nuevos títulos. -Fin del sermón.

Material de lectura – UNAM (o preámbulo tardío de una reseña rara)

Link a "Material de lectura"


Y como no voy a piratear libros, entonces me informo de aquellos títulos que puedo prestar, comprar o compartir con otros usuarios kindle. Además, también están aquellos títulos puestos a disposición de los lectores con consentimiento de los autores. Entre las colecciones que me gustaría mencionar esta “Material de lectura” de la UNAM, con más de cien títulos para ser leídos online o bien, versión PDF para descargar. Todos vienen con notas introductorias y allí descubrí a una de las autoras mexicanas que más afecto y afición le tengo: Mónica Lavín.


127 – Mónica Lavín o de cómo empezar la reseña en el último párrafo

Reseña a "Cambio de vías"

Reseña a "Yo, la peor"

De esta autora no diré mucho porque ya en otras ocasiones he reseñado libros suyos. Basta decir que en mi biblioteca descansa un autógrafo suyo entre mis libros y ahora mismo me emociona recordar cuando lo recibí.

En este título encontramos una nota introductoria de Bernardo Ruiz, amigo de la autora que evidentemente en su introducción deja ver la admiración y cariño que siente por Lavín. Los cuentos compilados han sido una selección propia de la autora. Encontramos seis cuentos que nos van a dar un panorama muy bueno de cómo escribe Lavín, qué temas le apasionan y lo camaleónica que puede ser su pluma. Posiblemente lo que más me atrae de su escritura es la capacidad de encontrar historias donde nadie esperaría encontrarlas.

En el compendio se encuentran “Iniciales”, precioso relato sobre un anciano demente que nos permite ver cuánto golpea a una familia una enfermedad tal como la demencia y que tal vez –solo tal vez– esto no sea tan malo para quien lo experimenta. En él vemos a la hija preocupada, a los nietos que no saben muy bien que está pasando, pero lo que más fascina y angustia de la lectura es ver cómo el personaje mastica varias identidades para tratar de explicarse quién es, aunque no sepa nada de quienes lo rodean.

“Tiene el pelo cobrizo y la tez tostada; se acerca y me da un beso. Me molesta ese trato, yo no beso a quien no conozco. Me limpio su saliva del cachete. Ella se ríe. Ay, papá. La miro severo. Me cuentan que estás muy desganado, ha de ser porque no te he venido a ver. Pero ya volví de Cancún. Me cansa esa voz, me cansa terriblemente.”

“La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert” permiten experimentar el sur de la Ciudad de México a través de lo más característico que tienen, su cultura y sus espacios verdes recreativos. En este cuento, luego de haber dejado claras las reglas del juego (que se trata de una historia de amor), la autora las rompe y empieza a jugar a un nivel metaliterario con el lector. Bien logrado el juego, elegante, irónico.

“Es lógico que estas soledades geométricas, náufragas de la ciudad de México, se encuentren, si no para qué iba el narrador de esta historia a presentar a uno y a otro, a intercalar sus quehaceres y develar la manera en que sobreviven el domingo. Anticipamos una historia de amor.”

Después viene “Los jueves” un cuento donde aunque sabemos ya cómo va a acabar todo, emociona y hace suspirar. Una mucama desarrolla cariño por una pareja que frecuenta un hotel de paso los jueves y empieza a fantasear. Más no digo.

“De prisa entraba a su habitación, no quería que me la ganara Teresa que a esa hora rondaba el mismo piso. Cerraba la puerta y miraba el desarreglo, el mismo que en otros cuartos me producía hastío y a veces repulsión. Entonces me tiraba boca abajo sobre la cama y aspiraba los aromas atrapados entre las sábanas gastadas”

Cambio de ciento ochenta grados. El siguiente relato, “El día y la noche” nos regresa a la infancia, a la tradición. Un grupo de primos que repiten sus vacaciones en una casa de verano, donde “ellos” se comportan como futuros machos y “ellas” se preparan para protegerse de esos machos. Hasta que pasa lo que tiene que pasar, una de las primas deja de ser niña, se vuelve adolescente y pone de cabeza el mundo de “ellos” y “ellas”. Excelente tono, perfecta forma de introducir personajes y ambiente. A partir de la mitad del cuento ya no se puede soltar la historia y de una estocada que no dubita en el último párrafo nos obsequia una chulada de frase final. Posiblemente el cuento que más disfruté de la compilación.

                “Cuando los primos pasaban las vacaciones en la casa de Acapantzingo, los días poseían la claridad de la alberca y la ferocidad del sol; la noche, lo impenetrable de la obsidiana.”

                Apenas uno se está recuperando del cuento anterior viene el siguiente gancho al hígado. Una preciosura de cuento, “Uno no sabe”, con una escritura culta, pulida. Viene –desde mi punto de vista– un tema muy mexicano, el abandono de los hijos. La desaparición de la madre, su abandono deja fuertes cicatrices en el chico narrador, que crece llevado por la vida, empujado. Y este chico no pregunta, no pide respuestas. Hasta que un día toma la decisión de salir a buscarlas. Se entera de que la madre está trabajando como mesera en una cafetería y sale a buscarla. No viene después una aclaración. Viene un muy fuerte golpe al lector. Que espera respuestas, que espera explicaciones, reclamos. Y no viene nada de eso: viene, por fin, ese nudo en la garganta donde sufrimos al lado del narrador en segundo abandono violentado. (Solo de recordar se me eriza nuevamente la piel). Aquí el inicio, magistral:

“Uno no sabe que un día se irá a la cama y cuando despierte, papá pondrá los cereales en la mesa nervioso y sin haberse rasurado, las hermanas hablarán en voz baja y nadie dirá que mamá no está”.

El caso estándar” nuevamente nos hace un giro que reacomoda las piezas. En este cuento, el que parecería menos fuerte de la compilación, arroja un tema que se le va a escurrir durante días al lector en su rutina. Una estudiante marca por error otro teléfono y deja un recado. Avisa que llegará después de lo planeado a una cita. Del otro lado, por desgracia, hay alguien que no entiende de errores, que no importa cuántos indicios se le den de que el mensaje ha sido un desafortunado error y que una cifra ha hecho que otro lo recibiera. Ahora y conociendo a Lavín, este es un cuento arriesgado, que pone la mesa del juego y que saca dos piececitas mínimas. Quien arme el título con el final, sabrá de lo que hablo. Y que triste.

“Mientras toma el café en la orilla de la cama escucha el recado: Vieja arrastrada, deja en paz a mi esposo. Puta maldita.”

¿Final feliz? O de si vale la pena el libro

Si usted es un lector al que le gusta disfrutar buena prosa, que se presta de vez en cuando para que el autor juegue un poco con herramientas narrativas: léalo. Lavín no le hará perder su tiempo. Si usted es de Ciudad de México y a veces tiene la sensación de que todo y todos son objetos potenciales de esconder historias: léalo. Si quiere conocer mejor las mil caras que puede esconder una ciudad tan grande como la capital azteca, léalo. Si quiere leer buena literatura mexicana contemporánea: léalo. Si usted es profesor de secundaria o prepa y no sabe cómo enganchar a sus alumnos con buenas historias: lea con los de secundaria “El día y la noche” y con los de prepa “Uno no sabe”.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues a leerla. En este link se va directo al material: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/cuento-contemporaneo/13-cuento-contemporaneo-cat/384-127-monica-lavin

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