viernes, 24 de febrero de 2017

La contadora de películas (2009) | Hernán Rivera Letelier



Hernán Rivera Letelier (1950, Talca)



“El tiempo transcurrió lento y despacioso, como debe transcurrir, creo yo, en todos los desiertos del mundo. […] Cada vez tenía más público. […] Y descubrí también que había gente que venía a oírme no porque no pudiera pagarse la entrada al cine, sino porque lo que realmente le gustaba era que le contaran películas.” (p. 75)


Escritor chileno que creció en Algorta (zona salitrera al norte de Chile). Vivió en el patio de una iglesia evangélica en Antofagasta, allí vendía diarios. Lo que ganaba le alcanzaba para ir al cine. Trabajó posteriormente en la salitrera María Elena como mensajero. A los dieciocho años entró a un taller eléctrico.
                Con 19 empieza a viajar por Sudamérica (Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina). Es ahí donde descubre su vocación por la escritura. Comienza autopublicándose poemas y muchos años después publica su primera novela, “La Reina Isabel cantaba rancheras” que lo vuelve famoso en Chile. Su segunda novela, “Himno del ángel parado en una pata” (1996) recibió también varios reconocimientos.
                Actualmente es uno de los autores más leídos en Chile.

La contadora de películas (2009)






“Al final mi padre se conformó con el par de emes y pasé a llamarme María Margarita, nombre que a mí, la verdad, nunca me gustó mucho: me sonaba a mansedumbre, a conformidad, a madre sumisa.
Y yo quería ser otra cosa en la vida.
No sabía qué, pero otra cosa.
En eso me parecía a mi madre.” (p. 26)






La contadora de películas es una novela estructurada en capítulos muy breves contados en primera persona por María Margarita, una niña de trece años que viven en el norte de Chile, en la zona de las salitreras. Por las películas citadas el tiempo narrativo podría ubicarse a finales de los cincuenta, decada de los sesenta, cuando la industria salitrera chilena empieza a decaer irremediablemente.

                La protagonista cuenta que sus hermanos y ella viven con el padre que es discapacitado y está en silla de ruedas. La madre los abandonó. El padre, amante del cine, por cuestión de dinero sólo puede pagar una entrada al cine a la vez y quiere saber por cuál de los hijos vale la pena pagar para que después cuente lo visto a él y a los demás de la familia. Así que envía a cada uno de los hijos al cine. Aquel que mejor cuente la película se volverá contador “oficial” en la familia. Cuando es su turno, María Margarita emplea un poco de actuación y algunos objetos de la casa. Otro de los hermanos también cuenta muy bien. En el desempate gana ella porque en el último minuto se decide a cantar y se vuelve la contadora de películas de la familia. Contar lo hace con una naturalidad tal que su fama comienza a fascinar no sólo al padre sino a los vecinos y a la gente del pueblo, quienes empiezan a llenar la casa y a dar donaciones para ver a la contadora de películas. Incluso solicitan sus servicios a domicilio. El talento de María Margarita se vuelve el negocio familiar.


“La “sala” se llenaba de niños y adultos, hombres y mujeres. Había quienes iban a ver la película al cine y luego se venían a la casa a oírla contar. Después salían diciendo que la película que yo había contado era mejor que la que habían visto” (p.48)


                La niña va creciendo y volviéndose adolescente. Vemos como la niña desaparece, como los hermanos cambian. Todos crecen y dejan der inocentes.


“En sus gestos [de un hermano encarcelado] veía el gesto de los malos de las películas (hablaba escupiendo por el colmillo). Además, después de matar al prestamista había dejado de tartamudear. Y eso a mí me causaba una especie de pavor inexplicable”. (p.98)


También muda el entorno. La llegada de la televisión hace prescindible a la chica. En el pueblo las familias parecen más fascinadas por el nuevo aparato que por la contadora de películas. El padre fallece, uno de los hermanos muere, ella tiene que buscarse marido. Aquella historia rosa que se nos planteó al principio desaparece por completo y termina por cerrar el último cabo suelto: la madre.
                Una novela corta que atrapa, encandila con el tono en el que es contada y que nos muestra  “lo fácil” que puede parecer llegar a contar una historia. Muy recomendable sobre todo para el mexicano que quiere refrescarse un poco la memoria en cuanto a la época de oro del cine mexicano. Y muy recomendable por la universalidad que logra.


“Alguna vez leí por ahí, o vi en una película, que cuando los judíos eran trasladados por los alemanes en esos cerrados vagones de ganado –con sólo una ranura en la parte alta para que les entrara un poco de aire –, mientras iban cruzando las campiñas olorosas a hierba húmeda, elegían al mejor narrador entre ellos y, haciéndolo trepar sobre sus hombros, lo subían hasta la ranura para que les fuera describiendo el paisaje y contándoles lo que veía al paso del tren. Yo ahora soy una convencida de que entre ellos debió haber muchos que preferían imaginar esas maravillas contadas por su compañero, atener el privilegio de mirar ellos mismos por la ranura". (p. 76)

Nota: Todas las citas tomadas de la edición Reclam, Serie roja, 19919

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