Sergio Pitol (1933, México)
“-Por más que me sostengan lo contrario, estoy convencida de que nadie logrará nunca adivinar en qué puede llegar a transformarse con los años un ser humano.” (p.11)
Sergio
Pitol Deméneghi es un escritor, traductor y diplomático mexicano que nació en
Potrero, Veracruz. Durante su infancia estuvo enfermo de paludismo varios años,
tiempo que aprovechó para leer clásicos como Verne, Stevenson, Dickens. Estudió
Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1997 fue elegido
miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Trabajó
para el Servicio Exterior mexicano como agregado cultural en París, Varsovia,
Budapest, Moscú y Praga. Además vivió en Roma, Pekín y Barcelona. Se mantenía
como traductor para editoriales, como Seix Barral, Tusquets y Anagrama. En 2005
ganó el Premio Cervantes. Actualmente vive en Veracruz.
También es
conocido su trabajo como traductor al español de autores como Jane Austen,
Joseph Conrad, Lewis Carroll y Henry James.
Entre sus
obras podemos contar libros de cuentos: Tiempo
cercado (1959), Infierno de todos
(1971), Vals de Mefisto (1984). Y entre sus novelas La vida conyugal (que fue adaptada al cine), Domar a la divina garza (1988). En ensayo Juan Soriano: el perpetuo rebelde (1993), El tercer personaje, ensayos (2013) así como sus memorias, sus
recopilaciones y antologías.
Un excelente especial sobre el
autor se encuentra en la serie “Historias de vida de vida” de Canal Once.
La vida conyugal (1991)
“La lectura hecha al azar de unas cuantas páginas de la Fisiología del matrimonio, de Balzac, la llevó a la conclusión de que la mayoría de las mujeres a los pocos años de casadas sólo experimentan hacia sus maridos una profunda aversión, una repulsión casi absoluta, resultado típico de la tiranía a la que con tanta arbitrariedad han sido sometidas.” (p. 9)
En Tríptico de
carnaval (1999), se encuentra también esta novela, junto
con El desfile del amor y Domar a la divina garza ya que tienen
en común las relaciones de pareja. La vida conyugal es una novela que gira en torno a Jacqueline Cascorro, desde que se
casa con Nicolás Lobato
hasta que lo reencuentra a los sesenta años y vuelve con él. Es una mujer que
ha dejado su origen, una vida sosa y ordinaria y entra a círculos más selectos
gracias a que los negocios de su esposo empiezan a prosperar a una velocidad
inimaginada.
Jacqueline se siente especial
por haber salido de ese círculo social al que pertenecía, y mira con altivez a
su familia. Se hace amiga de Márgara Armengol, una mujer que le sirve de
confidente y la conmina además a que Jacqueline se siga cultivando. Márgara se
mueve en un mundo intelectual e intenta que la amiga se integre cuanto pueda
sus tertulias, lecturas y posteriormente a un proyecto de talleres que tiene. Incluso
es esta amiga la que conoce al primer amante de Jacqueline, y sin tratar de
juzgarla, les abre las puertas a los dos para que vengan a cenas y tertulias.
El esposo de Jacqueline, Nicolás
Lobato, es un hombre bueno para los negocios pero insensible desde el punto de
vista de la esposa. Ella espera que él se interese por la cultura, por las
artes pero sus esfuerzos son vanos. Esto va generando un odio en Jacqueline porque
su concepto de amor, de relación, de pareja, se ve fracasado en la realidad.
El quiebre en ella viene cuando
(como se anuncia en la novela largamente) ella tiene una revelación. Sabe que
necesita satisfacer sus apetitos sexuales y –dado que estamos en su cabeza casi
todo el tiempo por el narrador– vemos a una mujer que se enamora pasionalmente
de un primo, luego de un político joven y finalmente de su profesor de arte en
los talleres. En todos los casos se repite el mismo mecanismo: Jacqueline
quiere deshacerse del esposo y empieza a sembrar la idea de asesinar al esposo
en los amantes. Curiosamente en todos sus intentos fracasa y es ella quien se
lleva las consecuencias de esos intentos: primero una crisis nerviosa de la
cual nunca se recuperará completamente y la hará dependiente de terapeutas y
fármacos; el segundo intento le costará dos dedos y el tercero le costará todo
ese mundo que había alcanzado.
Como ya eché a perder la lectura
a muchos, prefiero no contar más de la trama. Me detengo simplemente en
aspectos que siento no están completamente logrados en la novela. Por ejemplo,
el detalle del cangrejo que es el disparador de la naturaleza de Jacqueline es
importante pero se extiende innecesariamente.
“Ahora bien, para que este relato comience a cobrar sentido habría que partir del momento marcado por el crujir de una pata de cangrejo y el disparo de un tapón de champaña. ¡El instante que decidió el destino de nuestra querida Jacqueline!” (p. 47... de 134)
Además,
cuando el narrador se mete a la cabeza de Jacqueline, a veces uno tiene esa
sensación de estar leyendo a un hombre intentando sonar como mujer y el
resultado termina en lo cliché. Aclaro, en ciertas ocasiones y es una
apreciación evidentemente subjetiva.
“Detestaba su signo: Piscis, por supuesto. A menudo ha pensado que la mayor parte de los momentos deplorables de su vida se debían a la influencia de aquel nefasto signo sobre su destino”. (p.86)
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