sábado, 25 de febrero de 2017

La vida conyugal (1991) | Sergio Pitol



Sergio Pitol (1933, México)


“-Por más que me sostengan lo contrario, estoy convencida de que nadie logrará nunca adivinar en qué puede llegar a transformarse con los años un ser humano.” (p.11)

Sergio Pitol Deméneghi es un escritor, traductor y diplomático mexicano que nació en Potrero, Veracruz. Durante su infancia estuvo enfermo de paludismo varios años, tiempo que aprovechó para leer clásicos como Verne, Stevenson, Dickens. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1997 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Trabajó para el Servicio Exterior mexicano como agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga. Además vivió en Roma, Pekín y Barcelona. Se mantenía como traductor para editoriales, como Seix Barral, Tusquets y Anagrama. En 2005 ganó el Premio Cervantes. Actualmente vive en Veracruz.
También es conocido su trabajo como traductor al español de autores como Jane Austen, Joseph Conrad, Lewis Carroll y Henry James.
Entre sus obras podemos contar libros de cuentos: Tiempo cercado (1959), Infierno de todos (1971), Vals de Mefisto (1984).  Y entre sus novelas La vida conyugal (que fue adaptada al cine), Domar a la divina garza (1988). En ensayo Juan Soriano: el perpetuo rebelde (1993), El tercer personaje, ensayos (2013) así como sus memorias, sus recopilaciones y antologías.

                Un excelente especial sobre el autor se encuentra en la serie “Historias de vida de vida” de Canal Once.




La vida conyugal (1991)


“La lectura hecha al azar de unas cuantas páginas de la Fisiología del matrimonio, de Balzac, la llevó a la conclusión de que la mayoría de las mujeres a los pocos años de casadas sólo experimentan hacia sus maridos una profunda aversión, una repulsión casi absoluta, resultado típico de la tiranía a la que con tanta arbitrariedad han sido sometidas.” (p. 9)

En Tríptico de carnaval (1999), se encuentra también esta novela, junto con El desfile del amor y Domar a la divina garza ya que tienen en común las relaciones de pareja. La vida conyugal es una novela que gira en torno a Jacqueline Cascorro, desde que se casa con Nicolás Lobato hasta que lo reencuentra a los sesenta años y vuelve con él. Es una mujer que ha dejado su origen, una vida sosa y ordinaria y entra a círculos más selectos gracias a que los negocios de su esposo empiezan a prosperar a una velocidad inimaginada.
                Jacqueline se siente especial por haber salido de ese círculo social al que pertenecía, y mira con altivez a su familia. Se hace amiga de Márgara Armengol, una mujer que le sirve de confidente y la conmina además a que Jacqueline se siga cultivando. Márgara se mueve en un mundo intelectual e intenta que la amiga se integre cuanto pueda sus tertulias, lecturas y posteriormente a un proyecto de talleres que tiene. Incluso es esta amiga la que conoce al primer amante de Jacqueline, y sin tratar de juzgarla, les abre las puertas a los dos para que vengan a cenas y tertulias.
                El esposo de Jacqueline, Nicolás Lobato, es un hombre bueno para los negocios pero insensible desde el punto de vista de la esposa. Ella espera que él se interese por la cultura, por las artes pero sus esfuerzos son vanos. Esto va generando un odio en Jacqueline porque su concepto de amor, de relación, de pareja, se ve fracasado en la realidad.
                El quiebre en ella viene cuando (como se anuncia en la novela largamente) ella tiene una revelación. Sabe que necesita satisfacer sus apetitos sexuales y –dado que estamos en su cabeza casi todo el tiempo por el narrador– vemos a una mujer que se enamora pasionalmente de un primo, luego de un político joven y finalmente de su profesor de arte en los talleres. En todos los casos se repite el mismo mecanismo: Jacqueline quiere deshacerse del esposo y empieza a sembrar la idea de asesinar al esposo en los amantes. Curiosamente en todos sus intentos fracasa y es ella quien se lleva las consecuencias de esos intentos: primero una crisis nerviosa de la cual nunca se recuperará completamente y la hará dependiente de terapeutas y fármacos; el segundo intento le costará dos dedos y el tercero le costará todo ese mundo que había alcanzado.
                Como ya eché a perder la lectura a muchos, prefiero no contar más de la trama. Me detengo simplemente en aspectos que siento no están completamente logrados en la novela. Por ejemplo, el detalle del cangrejo que es el disparador de la naturaleza de Jacqueline es importante pero se extiende innecesariamente.

“Ahora bien, para que este relato comience a cobrar sentido habría que partir del momento marcado por el crujir de una pata de cangrejo y el disparo de un tapón de champaña. ¡El instante que decidió el destino de nuestra querida Jacqueline!” (p. 47... de 134)

Además, cuando el narrador se mete a la cabeza de Jacqueline, a veces uno tiene esa sensación de estar leyendo a un hombre intentando sonar como mujer y el resultado termina en lo cliché. Aclaro, en ciertas ocasiones y es una apreciación evidentemente subjetiva.


  “Detestaba su signo: Piscis, por supuesto. A menudo ha pensado que la mayor parte de los momentos deplorables de su vida se debían a la influencia de aquel nefasto signo sobre su destino”. (p.86)

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