Online
Desde hace unos meses siento que me cuesta seguir una conversación, será la fatiga, será que el tiempo corre diferente desde el confinamiento y me siento tan pesada. ¿Cuánto pesan las noticias? Mucho y más cuando su deseo de apanicar a la gente o ser amarillistas se vuelve tan evidente y claro. ¿Por qué no mejor se ponen a investigar cuán dividida está la gente?
En Internet recorro posts al azar y me doy cuenta de que ese
tono de denuncia y descalificación no se detiene en los medios, se esparce
presuroso y parece mucho más contagioso que el covid con sus tantas mutaciones.
Gente que ataca a otra sin argumento alguno. Avanza a pasos agigantados esa
rabia, esa ira que tienen algunos y a la que le dan rienda suelta en
comentarios o posts. Pero qué digo,
tan fácil que es cerrarle el twitter
a Trump o desactivar la función de comentarios en los noticiarios. Lo que no se
ve, no existe, ¿no?
Me
pregunto cuántas amistades se habrán separado porque unos estaban a favor de
las normas y otros en contra, cuántas se separarán por cuestiones de vacunas. ¿Cuándo se le fue olvidando al mundo que
existe la palabra diálogo? Y que
incluso puede coexistir con opinión diferente.
Que una persona piense
diferente a mí no la hace estúpida, ni imbécil. Ni lo que juzgo yo como verdad
me hace mejor o superior a ella. Y eso es una banalidad, pero ¿por qué suenan
tan raras esas frases aquí? Quizás porque me las repito antes de enviar un
comentario en algún canal youtube o
red social. Yo no quiero participar allí. Y
si no tengo nada para sumar al diálogo, mejor quedarme callada.
¿Seré yo la única que
se alegra cuando en una charla cualquiera la palabra corona o distanciamiento no pone en guardia al otro?
Offline
En el bosque, todavía es invierno. Un viento
ligero pega suave en la cara y su humedad se abre paso por la ropa. No siento
cómo mi cuerpo se compacta, es la única acción que consigue hacer en estos días
estando afuera.
Mi perra evita en curiosos brincos los charcos y
el lodazal del camino principal. Tal vez es la compañía de mi pareja y una
amiga la que cambia la sensación térmica del cuerpo o es el video que les he
grabado a un par de delincuentes picolinos al descubrir una clara huella de
jabalí (van a flipar). Sí, es esa sensación de saber que cuando lo vean, van a
sonreír.
Por la tarde, después del paseo, esa amiga cuya opinión es diferente a la mía me escucha y yo a ella. Prepara arroz
con leche de coco y disfrutamos una cena que no sería nada sin el ingrediente
principal: la sinceridad y respeto que nos tenemos, porque comeremos,
charlaremos, en muchos puntos habrá divergencias, pero vamos a escuchar a la
otra. Somos así (y es enriquecedor).
A veces pienso que esas personas que solo vienen a
revolver las cosas, a escupir su
disgusto y resentimiento es porque no tienen nada. O al contrario, porque
tienen mucho, pero su miedo es más
grande todavía que no les deja ver lo que sí tienen y por eso atacan. Tal
vez es miedo a la muerte, a la enfermedad, a los extranjeros, a los pobres, al
desempleo, a la vejez, a la soledad. Hay montón de cosas a las que temer. Y yo
en estas semanas también he tenido momentos
donde el miedo crece y se transforma en angustia. Porque soy un ser humano,
porque es normal sentir miedo y tener la sensación de que uno se hunde.
Pero, por fortuna, me toman
por el cuello y me pescan de salida
justo cuando menos lo espero. ¿Quiénes? Las charlas con mi hermana y mi
madre; la breve conversación con mi sobrina Avril, en cuyos ojos se reconoce
tanta esperanza. Tardes con mi ahijado teutón Immo que se agenció mi corazón
sin haberme pedido permiso alguno. Fotos de las cazuelas de mi prima Claudia
presumiendo su maestría en la cocina o chistes con mi prima Mariana que solo
entenderían quienes consideran a su mascota su perrhijo.
Ayer llegué a casa, vacía,
congelada y ni siquiera hacía frío. Abrí la puerta y una postal colorida me
recibió en el pequeño pasillo. Yo no sabía que las postales son tan efectivas como una bolsa de agua caliente para
calentar el alma. Las palabras animan, cicatrizan, cauterizan y alivian. Siempre
lo han hecho. Ayer me tocó a mí que me suturaran un huequito por donde empezaba
a anidárseme el miedo. Gracias, Liss, el sentimiento es mutuo.
Imagen: https://cinismoilustrado.com (Portal hiperrecomendable)
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