Ayer me metí en las redes para matar el tiempo en el metro. Sobrevuelo los resultados electorales de Ciudad de México. Hoy por la mañana entro al chat de la familia. La lista de memes contra cierto partido y el nuevo plano de la ciudad, azul contra rojo me ha llenado la memoria del celular.
¿Sabe
usted -sí, usted el/la que está leyendo esto- con qué sueñan sus hijos? ¿A qué
le teme el vecino? ¿Cuál es la mayor meta de sus nietos?
Dejando
de lado camisetas, partidos e ideologías me parece una pena lo fácil que es
ahora postear algo y esconder la cara. Agredir, denunciar, desacreditar al otro
porque -y que me corrijan si me equivoco- todo parte del supuesto de: o piensas
como yo... o estás equivocado.
Señoras y
señores, si usted votó de uno u otro partido, le tengo una noticia, tal vez su
vecino no, o su hijo tampoco. Es absolutamente normal -y ésta es la epifanía
del texto- tener opiniones diferentes. Si no, qué caso tendría la democracia.
Usted votó y otros miles también. Tal vez ahora esté celebrando los resultados
o preocupándose. Tal vez esté insultando a los unos de ignorantes y a los otros
de fifís. Pero, qué cree, al final del día, todos somos iguales -unos más que
otros como diría Kant o como lo demostró la pandemia. Al final del día, si
usted vive en barrio rico, convive con otro rico que no piensa como usted. Y si
vive en un barrio de bajos recursos, lo mismo. El otro está siempre allí.
Al final
del día, si tiembla, es el otro el que igual y lo salva de no morir aplastado.
O es el otro el que quizás lleva las verduras hasta el tianguis de los domingos
para que usted se prepare algo rico y disfrute con la familia, que a su vez puede
tener entre ella misma algunos “otros” por allí colados. Porque somos personas
y pensamos diferente, y no hay nada de malo en que no coincidamos en ideas. Eso
nos une a usted y a mí, porque así uno dialoga y observa, se vuelve un ciudadano
activo que exige que los actores políticos realmente hagan su trabajo y no se
rasquen el ombligo mientras ven tranquilos, como usted y yo nos peleamos en vez
de unir fuerzas. Así que dejémonos de golpes bajos y empecemos también a construir el diálogo empezando por tomarnos un cafecito mientras me va contando quién es usted y con qué sueña.
Atinado
ResponderBorrarEfectivamente, lo expresaste muy claro
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