dentro de
los mundos infinitos
de Mario
Bros.
Entra a mi
vista una señorita de vaqueros
y chaqueta
negra.
Avanza y
derrocha erotismo
en el
contoneo de su paso.
Mueve las
caderas,
consciente
de las miradas.
Se le
termina la pantalla y vuelve a pasar.
Casi
idéntica la siguiente.
La cadera
un poco más redonda
pero igual
en su manera de mostrarse.
Pelea con
su cadencia femenina por la plaza.
Latiguea
las miradas acomodándose el cabello.
Apenas me
acostumbro a su nueva cara
y ya pasa
la siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente.
Y la
siguiente..... Y la siguiente.
Con nimias
modificaciones en el peinado
o la
cantidad de maquillaje.
Tal vez
planean una coreografía que yo
hasta el
momento desconozco.
Si abro la mirada entonces veo más copias.
Siamesas
van en los peinados, en las caderas,
en las
miradas.
pasar sus gemelas.
Qué seguridad ver variaciones de lo mismo,
en coreano, en italiano o libanés.
Es que estamos en el continuo mundo
de Mario Bros.
Cuántos fontaneros, cuántas princesas,
Yoshis y Luigis vivarachos.
Detrás de los múltiples protagonistas
aparecen cuantiosos coprotagonistas
con pantalones caídos y gafas de sol.
Qué pena me da de repente no ser
parte de la constelación.
Súbitamente irrumpe Luigi en la plaza,
vestido como yo, con un cuaderno a cuadros
y un lápiz de color
¡Qué bien se siente de repente
ser parte de la banda de producción!
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