¿Qué es Historia?
preguntó la enana
de farolas
interrumpiendo a su padre.
¿Historia?, repitió el hombre
y no supo si responder
a ese cuerpecillo repleto de preguntas
de apenas cinco años
o mejor quedarse callado.
La Historia pasó
apenas asequible en los monitores
del metro
pero ni los viajeros del vagón
ni los habitantes de la ciudad
tenían ánimo de comenzar otra discusión.
Había pasado tanto tiempo
que se dejaron de preguntar eso
y vivían convencidos
de que si existía ella, la Historia,
no estaba definitivamente
entre sus calles.
Ni en sus Stolpersteine,
ni en sus movimientos Pegida,
ni en sus intervenciones militares,
ni en sus encuentros solidarios con Francia,
ni en su participación en la Unión Europea.
La Historia, pues, era algo
que ya no pasaba por allí.
Por eso, el hombre
se quedó callado.
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