Claro que
era para ella el mensaje. Había otras cajeras, pero él se empecinaba siempre en
su caja. Los mismos frascos y empaques, el mismo orden, la misma frecuencia.
Hasta que sucedió. En el acostumbrado desfile de productos bajos en grasa, se
coló un ramo de flores y una nota. Él la miró a los ojos y ella, que sobrevoló la nota, le respondió no
ocurriéndosele nada más que decir:
–¿Encontrótodoloquebuscaba?
Y él contestó... que no.
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