Siguiendo la pista a Albert Camus
Panorámica de Orán, (Wikipedia) |
Javier Reverte escribe un libro de viajes donde visita
Orán y Argel, escenarios significativos en la vida de Albert Camus, sobre todo
en la gestación de El extranjero. El
libro tiene una edición deliciosa de pasta dura publicada por Ediciones B, para
aquellos que aprecian la confección de un libro y les interesa una aproximación
a la vida del escritor francés es sin duda una adquisición recomendable.
Foto satelital de Argel tomada por la NASA |
Javier Reverte (Madrid, 1944)
Autor, periodista y sobre todo viajero, se da a
la tarea de seguirle los pasos a Albert Camus. Entre sus obras más conocidas
destaca la trilogía de Centroamérica, donde se toman tres países
centroamericanos: Los dioses bajo la lluvia (Nicaragua, 1986), El aroma del
copal (Guatemala, 1989), El hombre de la guerra (Honduras, 1992).
Tras las huellas de Albert Camus
El madrileño nos entrega un libro de casi 150
páginas en una edición bastante espaciada y con una serie de fotografías si no
documentales, sí tomadas con ese punto de vista del viajero. Algunas incluso
fuera de foco y en una calidad inferior a la necesaria para su impresión.
En esta obra, Reverte comienza desde su salida
de Alicante. Nos permite despedirnos de Europa para luego trasladarnos en barco
hasta el continente africano. Todo esto a través de una descripción lenta,
eurocentrista, bien lograda en muchas páginas –ciertamente– pero que, claro,
uno como lector sufre en mayor o menor medida porque adquirió el libro para
conocer más de Albert Camus a un nivel biográfico y no enciclopédico. La mera
enumeración de fechas resulta sosa y sin sabor:
“La primera vez que Albert Camus viajó a Orán
debió de ser en 1939, mientras trabajaba ocasionalmente como periodista en
Argel, después de haber visitado París en 1937. Pero cuando se separó de su
primera mujer, Simone Hié, y contrajo matrimonio en junio de 1940 con Francine
Faure, una chica de Orán, decidió instalarse en la ciudad de su nueva esposa.
Era el mes de enero de 1941.” p.36
A veces, también la presencia de Reverte estorba
un poco y la llegada a pasajes biográficos puede se eterna. Afortunadamente
tanto el número de pasajes biográficos como su extensión aumenta
prodigiosamente pasando la mitad del libro. En la primera parte nos tenemos que
dar por bien servidos con citas directas porque Reverte no encuentra todavía el
tono que llevará su libro:
“De los oraneses decía que los devoraba un
Minotauro. “No hay lugar –escribe en los Carnets–
que los oraneses no hayan mancillado con alguna horrible construcción que
podría deshonrar cualquier paisaje. Es una ciudad que da la espalda al mar y se
edifica alrededor de sí misma a la manera de los caracoles. Al principio rodamos
por ese laberinto buscando el mar como sino de Ariadna. pero giramos por esas
calles feas y sin gracia y, al final, el Minotauro devora a los oraneses: el
tedio.” p. 37
Mientras más avanza, más detalles se dan del
autor y eso se agradece sobremanera, por ejemplo, esa contextualización que se
da sobre su recepción en su gremio:
“[…] luego la ocupación nazi de Francia, la
Resistencia, el debate intelectual en el que fue tachado por los pensadores “progresistas”
–su viejo amigo Sartre, entre otros– de “esteticista”, y la soledad en su
rechazo de cualquier forma de asesinato, por más que fuera cometido en nombre de
la justicia... Le gustaba recitar un verso de Shakespeare: “Todos los locos de
esta era, que, muriendo por el bien, han vivido en el crimen.” p.140
Camus
se nos presenta como un hombre rebelde que no se contenta con medias cosas y
propone soluciones perfectas, pero imposibles:
“Publicó una serie de artículos que tituló Miseria
en la Cabilia, en los que denunciaba la situación de injusticia y pobreza en
que vivían los argelinos. En esos artículos se trazaba la línea principal de la
que acabaría por ser, tras el estallido de la guerra de la independencia en
1954, la propuesta del escritor para una “tregua civil” entre las dos
comunidades, basada en la libertad y la igualdad de derechos de árabes y
colonos bajo el paraguas protector de la Francia democrática. Su propuesta
fracasó ante la oposición de uno y otro bando, argelinos y franceses, y Camus
se quedó solo.”, p.155
Tardía
y brevemente aparecen menciones a Sartre. Uno se queda con ganas de saber más
sobre aquella amistad que luego se vio disuelta por cuestiones ideológicas. Aun
así, lo que se entrega, nos hace releer las páginas:
“En 1942, con la publicación de El extranjero,
había recibido numerosos elogios, en particular de Jean Paul Sartre, de quien
se convertiría pronto en gran amigo. [...] No obstante, él nunca se sintió
relajado en aquel ambiente de grandes figuras del pensamiento. En los círculos intelectuales –escribió-,
no sé por qué, siempre tengo la impresión
de que tengo que pedir perdón por algo. No puedo evitar la sensación de haber
transgredido alguna de las reglas del clan. Naturalmente, eso me impide ser
espontáneo y, a falta de espontaneidad, me aburro hasta de mí mismo”. [...]
los intelectuales, por su parte, nunca le perdonaron afirmaciones como esta: Algunos de nosotros no soportamos que se
hable de desdicha si no se es con conocimiento de causa.”, p.158-59
“Uno no
puede ponerse al lado de quienes hacen la Historia –decía–, sino de quienes la padecen. Y añadía: Cada vez que un hombre en el mundo es
encadenado, nosotros estamos encadenados con él. La libertad debe ser para
todos o para nadie.”, p.160
Posiblemente esto es lo más atractivo del libro,
esa recopilación de citas que tienen tanta resonancia en el actual panorama
político europeo y que escoge para cerrar el libro:
“Cuando
la violencia responde a la violencia en un delirio que se exaspera y vuelve
imposible el simple lenguaje razonado, el papel de los intelectuales no puede
ser, como se lee a diario, disculpar desde la lejanía una de las violencias y
condenar a la otra, pues ello tiene el doble efecto de indignar hasta la furia
al violento condenado y alentar una mayor violencia en el violento declarado
inocente”, p.162
Conclusión
La introducción del libro bien pudo reducirse
de 70 páginas a unas veintitantas. El viaje por Orán y Argel se queda en lo
anecdótico y cuando comienza a tratarse de Camus, la tercera parte del libro,
ya no hay tiempo y se acaba el libro. No obstante, hay que reconocer que el tono
escogido del libro es para todo público y no sólo para expertos en literatura,
lo cual se agradece.
Bien
logrado también es el ritmo, una lectura fácil para calentar motores y
decidirse después por una biografía de Camus mucho más profunda.
Qué buena cita escogiste: "Uno no puede ponerse al lado de quienes hacen la Historia –decía–, sino de quienes la padecen." .-)
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