Déjame dormir, mujer,
sobre tu pecho.
No me preguntes nada.
No me digas nada.
Sólo déjame cerrar los ojos.
Allá afuera hace frío
y no quiero salir.
Como si no te lastimara,
como si no hubiese cambiado nada.
Sobre tu pecho no has de notar
que sigo rota. Quebrada. Partida.
Que traigo la cabeza anudada a los pies
y las tripas de fuera.
Que por mis orejas pasean las olas del mar
y que de mis manos penden sílabas inconexas.
Que me retraigo, caracola sin casa.
Huérfana, hueca, trashumante.
Déjame habitarte.
Un instante. Un momento.
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