lunes, 4 de abril de 2016

Agota Kristof | Claus y Lucas (I)


-¿Desea morir de verdad?
-¿Qué otra cosa podría desear? Si queréis hacer algo por mí, pegadle fuego a la casa. No quiero que nadie nos encuentre así. 
Nosotros le decimos:
-Pero va a sufrir horriblemente.
-No os preocupéis por eso. Pegadle fuego si sois capaces y ya está.
-Sí, señora. Claro que somos capaces. Puede contar con nosotros.
Le cortamos el cuello de un navajazo y luego vamos a sacar gasolina de un vehículo del ejército. Empapamos de gasolina los dos cuerpos y las paredes de la choza. Le prendemos fuego y nos vamos.

(El gran cuaderno)


Negro es el humor

Claus y Lucas fue una recomendación de Samanta Schweblin en uno de sus cursos de escritura creativa. Hasta entonces el nombre de Agota Kristof me parecía un chiste. ¿Cómo alguien se podría llamar así tan parecido a Agata Christie?
Confieso esa tontería porque ya en el primer capítulo tuve que tragarme cada una de mis palabras.  Claus y Lucas (un conjunto de tres novelas) es sin duda lo mejor que he leído en estos últimos cinco años.

Agota Kristof (Hungría, 1935)

Una escritora de origen húngaro que terminó en Suiza huyendo de la revolución húngara. Con 21 años se fue con esposo y bebé de cuatro meses. Posteriormente trabajó en una fábrica de relojes y unos años después se dedicó a aprender francés, lengua en la cual escribiría su trilogía.

No sólo escribió prosa, también tiene obras líricas y dramatúrgicas. A sus 51 años se publicó su primera novela (El gran cuaderno), que abrió la trilogía Claus y Lucas. La siguiente llegó dos años después, La prueba. La última parte parece apenas en 1991, La tercera mentira. Después de esta trilogía publicó otras obras. La autora falleció en 2011.

El gran cuaderno (Le Grand Cahier, 1986)

Es una novela corta donde se nos cuenta la niñez de los gemelos Klaus y Lucas. Los niños son narradores al mismo tiempo y esto extiende inmediatamente la rareza del texto. Es una novela construida con pulidos relatos casi cerrados en sí mismos, cuya extensión es breve.

Claus y Lucas salen de un mundo de amor, ternura y familiaridad y son llevados por la madre a la casa de la abuela en una ciudad fronteriza donde vive la abuela. de este lugar no se conoce ni el nombre ni la lengua hablada.

La madre se va y los deja a cargo de una mujer dura y severa que no pocas veces les muestra amor. El mundo de estos chicos se va desmoronando poco a poco, la guerra hace que la comida y el dinero falten. Poco a poco los otros pobladores, los vecinos dejan de mirarse como amigos y comienzan a preocuparse cada uno por su desgracia. Los chicos aprenden muy pronto a defenderse si no quieren verse molestados por los demás. El más fuerte sobrevive, es la primicia del texto. Entre sus extravagancias para curtirse y volverse duros, están sus ejercicios: ejercicio de ayuno, de violencia mutua, de inmovilidad. Pero también entre los dos está esa conciencia de querer saber más de ese mundo hostil que no puede ser lo único que existe. De esta manera devoran la Biblia, escriben redacciones, se corrigen mutuamente sus redacciones.

Poco a poco vamos también conociendo a los demás pobladores a través de una rudeza extrema inmediata. El estilo de los capítulos es directo, no está adornado, no hay sensiblerías en las frases ni reflexiones internas de este narrador gemelo que en algún momento nos indique que los chicos sienten algo.

Así pues, los chicos conocerán y ayudarán a la vecina, serán seducidos por la ayudante del sacerdote local, golpearán a un oficial sadomasoquista. Y todo en este mundo es planteado con la mayor naturalidad posible.

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