"Vivía en la frontera. Y en la frontera puedes enamorarte de la tragedia sin ser trágico"Comienzo a sospechar que los mejores libros de este año fueron los que me llegaron por recomendación. En este caso termino en las manos con un libro de cuentos de Benjamin Alire Sáenz (Nuevo México, 1954). Y comienzo también a creer que los mejores cuentos son aquellos sin grandes tramas pero insertados en grandes temas.
Digresión: 18 de diciembre
No porque el libro tenga que ver en su totalidad con la migración. Pero el tema está ahí. El pasado 18 de diciembre
fue el día del migrante. Por terceras fuentes me llegó un afiche con datos
sobre los movimientos migratorios actuales. Y yo con gran tristeza lo miro,
porque veo que en esa gran diáspora hay millones de mexicanos.
Y eso no va a cambiar ni
ahora, ni en diez años. Primero porque en México a los políticos la población les interesa un pepino (y no es algo que solo piense yo, ya Sara Sefchovic en Atrévete ha argumentado muy bien por qué también lo cree). Segundo porque gran parte de lo que debería estar
moviendo el gobierno, lo están moviendo los migrantes allá: enviándolo como
remesa. Y tantas son las ganancias que el asunto está así en México: más dejan los migrantes que el petróleo,
la industria o el turismo. Estamos hablando de un país que cualquier inversor entendería como
cornucopia.
Recuerdo mi visita a El
Paso. Mi primer choque tex-mex. Recuerdo los atardeceres que se extendían ad
infinitum en un desierto que no conseguía detenerlos. Recuerdo la oscuridad de
sus noches. La ciudad llena de letreros bilingües y las personas saltando de
una lengua a la otra. Así sería México, pensé. Si nos pusiéramos los pilas:
semáforos que se respetan, orden, trabajo. Claro, también dureza. Pero en una
estancia tan breve no da para conocer de cerca esa otra cara, sólo da para conocerla
de oídas. En algún momento fuimos a
Juárez mi expareja y yo. Recuerdo que tomé fotografías a diestra y siniestra
hasta que sentí caras hartas, molestas. Después sentí miedo. En ningún momento
me sentí cómoda, al menos no acompañada por una mujer caucásica que en
cualquier parte de Juárez está fuera de lugar.
El mejor momento de la visita a Juárez fue cuando reingresé a los
Estados Unidos. Fue la primera vez que vi la frontera México – Estados Unidos. Antes
todo se resumía a lecturas.
Y si en las lecturas esa cultura
fronteriza me pareció compleja, en la realidad me lo pareció mucho más.
Benjamín Alire Sáenz (Nuevo México,
1954)
"-Tú no estás triste. Sólo estás herido.
-Todos estamos heridos."
Su vida deja traslucir
bastante bien su escritura. Escritor (cuentista, novelista, poeta), pintor y
activista estadounidense. Estudió Filosofía y Letras en 1977. En Bélgica
estudió Teología (1977 a 1981). Y ejerció como sacerdote en El Paso, Texas.
En 1985, con 31 años,
regresó a estudiar Creación Literaria en la Universidad de Texas. Realizó
estudios de doctorado en Iowa. Cambió a la universidad de Stanford, donde
terminó su poemario, Calendar of Dust,
con el cual se hizo acreedor al premio American Book Award en 1992.
Posteriormente se mudó a la Universidad de Texas en El Paso para impartir
clases en el programa de Creación Literaria MFA bilingüe.
Pinturas: Alire Sáenz Foto:Rubén Varona, Blog: La Mandrágora |
Kentucky Club (Antología de cuentos)
"Fui a los periódicos.
Hablé con los abogados.
Hablé con activistas de derechos humanos.
Hablé con mi congresista.
En realidad nadie quería hablar conmigo. Empecé a entender lo que se siente ser invisible".
Debo de confesar que me
cuesta bastante encontrar un orden en la reseña por mi necesidad de decir
varias cosas al mismo tiempo. Así que comienzo por generalidades, y luego ya
voy echándole a perder la lectura a todos contándoles de qué van los cuentos en la segunda parte.
En esta antología de siete
cuentos largos uno se encuentra ciertos hilos conductores independientemente de
la caracterización de los protagonistas (casi a todos o les gusta la pintura, o
dibujan ellos mismos) y de la elección del narrador (en todos se usa un narrador personaje que
no conoce todos los detalles de la historia). En todos hay ya sea de manera
secundaria o bien como tema del cuento la homosexualidad. Si bien, no desde una
perspectiva pesimista, sino más bien, como una posibilidad entre tantas. El
siguiente tema sería el amor: el amor pasional, platónico, fraternal. Pero
también el amor familiar y el peso que éste tiene en familias cuyo
tradicionalismo puede verse más como un pesar que como un sentimiento. El tercer
tema que es común a todas las historias es la frontera: la frontera entendida
como aquello que nos separa de los otros: ya puede ser la frontera entre El
Paso y Ciudad Juárez, o puede ser entre el yo y el otro.Pareciera que son muchos temas pero justamente esto es lo que hace al libro entrañable. No se topa aquí uno con un puñado de cuentos panfletistas en pro de la tolerancia racial, o la diversidad sexual. Son los personajes los que nos recuerdan que sí, que eso existe y que no se trata de números o cifras. Sí, la violencia existe también y no se trata de notas alarmistas. Alire Sáenz consigue que empaticemos tanto con sus personajes que cuando son despojados de un objeto o persona preciado –y posiblemente lo único que tenían o les interesaba tener– sufrimos con ellos por muy evidente que sea la narración de los hechos.
Sí, tiene frases y párrafos enteros donde uno duda un poco y piensa que está leyendo una novela rosa, pero luego viene el desencanto y la estocada final. ¿Qué más le sobra al libro? Quizás esa necesidad de querer poner a sus personajes importantes en el Kentucky Bar. En este sentido, la frontera es mucho más significante que el bar.
Un último dato: el título original es Everything Begins and Ends at the Kentucky Bar que fue casi traducido sin cambios al alemán Alles beginnt und endet im Kentucky Club pero el editor del castellano creo que leyó los cuentos y por eso reacomodó el título a algo más cercano a las historias.
Atención, en la segunda parte
de la reseña hago el resumen de los cuentos, con lo cual, aquel que no quiera
spoiler, siéntase libre de dejar aquí la lectura. Si se precisa una buena
reseña al respecto, puedo remitir a esta: El club de los corazones rotos
"Me encontré sentado en la barra del Kentucky Club.
Pedí un trago, y luego otro... y luego otro. [...]
No sé cuánto tiempo me quedé sentado en el bar, bebiendo, tratando de no pensar. Tratando de no odiar. Tratando de no sentir nada."
Interior Kentucky Club |
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